Las obras de Dimitrios Demu le cambiaron el rostro a Barcelona y Puerto La Cruz
Un museo con su nombre, en Lechería, exhibe el legado monumental de este escultor griego nacionalizado venezolano

ESPECIAL PARA ESTAMPAS

10/05/2020 05:00 am



Evaristo Marín


La fuente luminosa Los Pájaros y otros grandes monumentos en acero inoxidable –que dan modernidad y belleza al paisaje urbano de Barcelona, Puerto La Cruz y Lechería– forman parte del colosal legado artístico de nuestro escultor Dimitrios Demu. No se exagera al decir que la monumentalidad creativa de Demu le dio otro rostro, otro perfil, a las ciudades del norte de Anzoátegui. 

Demu hizo del arte monumental en acero su gran pasión creativa tras renunciar a vivir en Europa y radicarse en Venezuela, a partir de 1965. Para entonces ya era una celebridad como el escultor de la estatua de mayor magnitud erigida en vida al dictador soviético Joseph Stalin. De esa experiencia y de las dramáticas circunstancias que vivió, con su familia, para escapar de la Rumania comunista, escribió un libro, Le Sourire de Staline, editado en francés y traducido al italiano. 


El Museo Demu, diseñado por Fruto Vivas, semeja una gran nave espacial 

Con cincel, horno y soldadura, moldeaba el acero en su taller con la misma destreza que mezclaba el yeso y las pinturas. Todo un experto en el uso del acrílico, le gustaba hacer sus propios muebles. Lo vi construir, pedacito a pedacito, con retazos de cerámicas, un lindo tope multicolor para una mesa de recibo de su apartamento. Ese era nuestro personaje. Un feliz cultivador de mangos, ciruelas, guayabas y cambures en un terreno con fabulosa y panorámica vista al mar, donde gustaba sentirse como uno más entre labriegos de Los Altos de San Fe, por esa cuesta que se empina, entre curvas, desde Pertigalete, a la derecha de la vía Guanta-Cumaná. “Este sol y estas playas valen más que el esplendor de Nueva York y París”, se ufanaba en decir.

Nativo de Kumaría, Grecia, Demu, quien falleció en nuestro país en 1997, confesaba que fue uno de los últimos en incorporarse, en 1949, al concurso para la estatua de Stalin, una gigantesca estructura en bronce sobre un gran pedestal en el parque Herastrau, en Bucarest. En el monumento, derribado por una multitud una madrugada de 1958, cuando avanzaba el proceso de desestalinización iniciado por Kruchov, Stalin luce imponente, en actitud de saludo. ”Creo que esa cierta sonrisa, enigmática y siniestra, de Stalin, me hizo ganador. El propio dictador aprobó el proyecto. Nunca lo conocí, pero sí me hizo llegar un saludo de felicitación”, recordaba en las muchas tertulias que protagonizamos. Demu fue un gran amigo de mi familia por más de veinte años. 


En el museo se exhiben réplicas de los monumentos que los transeúntes pueden ver en Barcelona y Puerto La Cruz

Fotografías, maquetas, una colección bastante completa de sus trabajos y exposiciones desde la época juvenil en Europa, alternan con su obra venezolana en el museo que lleva su nombre. Sus objetos movibles no identificados en acero, “Imaginario extra terrestre” los definía, tuvieron lugar muy especial en los años finales de su vida. Allí se exhibe la maqueta original, en yeso y bañada en oro, de la estatua de Stalin. “Se la había enviado de regalo, con un amigo, a mi hermano Nicolás en 1951. En mi equipaje no hubiera pasado la aduana”, confesaba al recordar aquel crucial momento en que se autorizó su salida de Bucarest, hacia Grecia, en 1960. Toda su obra puede admirarse –en un espectacular ámbito de mucha luz y color– en los espacios ovalados y arquitectónicamente nada convencionales del museo Demu, ubicado en Lechería. 

La edificación, diseñada por Fruto Vivas y totalmente costeada con la fortuna de su hermano, el empresario Nicolás Demu, a manera de una gigantesca nave espacial en maniobra de aterrizaje, fue bautizada por el propio escultor como “El Ojo de Dios”. Maderas de Brasil, granito de Guayana, un domo de aluminio traído por vía marítima de Estados Unidos y vitrales de Boconó, forman parte de la estructura. Su costo de un millardo de bolívares fue en su época el mayor invertido en Venezuela por un empresario privado en una obra cultural sin fines de lucro. 


Dimitrios Demu frente a una de sus obras en acero inoxidable 

Su Heptaedro del Cielo, frente al cuartel de los bomberos (Puerto La Cruz, 1966), auspiciado por el Rotary Club por iniciativa del concesionario automotriz Eugenio Sol, fue su primera obra monumental en acero inoxidable. Pero es la fuente luminosa Los Pájaros (sobre una gigantesca copa bañada con fulgurantes chorros de agua de distintos colores) la que más lo identifica con Barcelona, en la redoma que sirve de distribuidor del tránsito, en el eje vial Aeropuerto Puerto La Cruz (vía alterna) y conexión por autopista hacia el oeste (Píritu-Caracas) y con la zona sur (El Tigre, Guayana, Maturín). 

Si sumamos a esas obras La Fuente del Génesis (Aga, Barcelona), La Mariposa (redoma de Guaraguao, Puerto La Cruz) y Sol Tropical (paseo de Playa Lido, Lechería), podemos tener una idea muy clara del gran acervo artístico que Demu legó a nuestras ciudades. 


Fotos Augusto Hernández / Archivo Evaristo Marín