Hace más de una década estaba deseosa de empezar a estudiar una maestría en España sobre terapia de pareja y familia. Debía hacer una carta a la Universidad Complutense de Madrid para que me aceptaran para el siguiente curso. Con la computadora en mano, decidí soltar toda la reflexión que había aprendido cuando me tocó vivir mi primera y dura experiencia en Psicología Clínica con violencia intrafamiliar. Ver niños maltratados por sus padres y tener que conocer y tratar terapéuticamente a esos padres fue todo un reto. Ahí me enamoré de la terapia de pareja.

Recuerdo a un niño de 8 años con el que trabajé muchas sesiones hasta ganarme su confianza y enterarme de su propia boca cómo era su dinámica familiar. Tenía la necesidad de conversar con sus padres, pero solo asistió la madre. Al conocerla, entendí que hacía lo que podía porque no contaba con más recursos emocionales, cognitivos, ni educativos. Poco a poco la fui ayudando a entender cómo podía lidiar con los problemas en el hogar de otra manera y la ayudé a invitar a su esposo de manera sana. Él aceptó y ahí tuve mi primera sesión de terapia de pareja de mi vida. El resultado fue tan maravilloso y gratificante que pocos meses después hice mis maletas para aprender a hacerlo formalmente.

Al escoger a una pareja y tener una relación sana, haremos que la crianza y el ambiente familiar también sean sanos. ¿Acaso tener familias sanas no haría una sociedad más sana? ¡Qué emocionante!

Creo en la pareja como primer gran paso para tener esa sociedad que todos deseamos: colaboradora, amable, respetuosa, con ganas de crecer y aprender del otro, con una comunicación dirigida a solucionar los conflictos, con afecto por el otro, empática y tantas otras cualidades que se pueden trabajar en la terapia de pareja.

Por eso creo en la pareja, más allá de la procreación, como base de una sociedad mejor. No es la vía a la felicidad y ahí se equivocan muchos. Es una compañía serena para la vida. Es el apoyo real en las buenas y las malas. Es tener con quien soñar el futuro y planificar el norte. Es sentir la pasión y la confianza de un amigo en la misma persona. Es poder conversar de lo simple y lo complejo a cualquier hora y sin sentir juicio alguno.

Sé que llegar a ese punto es muy retador, pero no es imposible. Quiero poner de moda la terapia de pareja y no sólo tenerla como un recurso para sobrevivir ante una crisis muy fuerte. Quiero que todo el mundo entienda que la terapia de pareja no consiste en gritarse frente a un tercero o de abrir la intimidad de la pareja para que un tercero escoja a un ganador. Hacer terapia es un proceso de autodescubrimiento y descubrimiento del otro, en donde se llenan de herramientas de manejo emocional, comunicación, conceptos sanos sobre cómo funcionar, resolución de conflictos, erotismo, toma de decisiones, entre muchos otros temas que harán que, a la hora de vivir una crisis, puedan salir ilesos y más rápido de ella.

Son tan pocas y tan sanas las parejas que acuden en modo preventivo, que se hace necesario hablar de eso.

¿Quieres una mejor sociedad? Entonces empieza por ti y por tu hogar. La relación de pareja sana que hará que la sociedad sea mejor es una construcción que se puede hacer de manera consciente llena de valores, flexibilización, pasión, tranquilidad, comunicación, entendimiento, autoconocimiento y buena compañía. Sin malos tratos, sin sacrificios, sin facturas del pasado, sin impulsos irracionales, sin engaños…

¿Me ayudas a difundir esta idea para poner de moda la terapia de pareja y mejorar nuestra sociedad?