ATENEA ANCA
Numerosas parejas inician sus primeras conversaciones eróticas con esta pregunta: ¿cuál es tu fantasía sexual? Evidentemente buscan información para luego intentar satisfacer a esa persona que les gusta. Pero lo que muchos no saben es que esa pregunta tiene más profundidad de la que se cree. Además de ser complicadísima de responder, no es recomendable respondérsela a nadie sino a nosotros mismos y con este artículo espero dejar claro el por qué de ambos puntos.
La mayoría piensa que se trata de deseos sexuales que si los cuentan aumentan las probabilidades de cumplirse. Pero no se trata de cosas que se desean cumplir sino de pensamientos eróticos que excitan mucho pero que chocan con los valores del individuo, por lo que da una vergüenza enorme con solo admitirlos, mucho más para contarlos y es casi imposible cumplirlos.
Una buena definición de fantasías sexuales es la de pensamientos altamente excitantes pero altamente vergonzosos que no podrán ser cumplidos y que se quedarán en la mente para siempre cumplir su función: excitar. Porque justamente esa es la idea, tenerlos en nuestra memoria y evocarlos solo en los momentos en que haga falta. Es decir, cuando el ambiente no es muy erótico y nos cuesta excitarnos; cuando pasamos por una disfunción sexual y tememos tener relaciones; cuando deseamos autoestimularnos y no tenemos elementos excitantes a la mano; cuando no nos podemos conectar con la persona con la que tenemos relaciones; o cuando nos ocurren situaciones en la vida que no nos permiten concentrarnos con el sentir del cuerpo. Es algo así como un salvavidas sexual que utilizamos para llegar al clímax gracias a su poder. Y cuanto más secreto sea, más poderoso será. Por eso, si lo contamos o lo llevamos a cabo, perderá su magia.