Todos deseamos vivir en una mundo lleno de paz y armonía, donde podamos mantener relaciones saludables con los demás, nuestros derechos sean respetados y no existan tantas diferencias y conflictos cotidianos. ¿Pero, qué estamos dispuestos a hacer en nuestro entorno personal para que este sueño se haga realidad?

Podemos convertirnos en el cambio que queremos ver reflejado en el mundo. Comencemos por ser proactivos y participativos en las mejoras que necesitamos que se produzcan en el entorno inmediato de nuestra cotidianidad.

Es tiempo de volvernos solidarios, tolerantes, comprensivos, conciliadores y, por encima de todo, pacificadores, a través de la experiencia, el  conocimiento y las buenas ideas que hemos adquirido para manejar y superar diferencias, desacuerdos y conflictos. Preguntémonos qué podríamos hacer y decidamos dar nuestro aporte consciente, positivo, responsable y voluntario a nuestro mundo.

Estar dispuestos a dar lo mejor de nosotros, sin condiciones, hará que recibamos a cambio toda la tranquilidad, abundancia y prosperidad que necesitamos.

Claves para iluminar nuestro mundo:
-Vivir sin egoísmo. Comencemos a pensar con frecuencia en el bienestar de los demás, a llenarnos de sentimientos positivos que nos impulsen a realizar acciones pequeñas pero asertivas, positivas y desinteresadas, para contribuir con el bienestar de los otros. Es mucho lo que podemos hacer para suavizar el momento de otras personas, como cuidar niños, acompañar a un enfermo o participar en iniciativas que ayuden a quienes lo necesiten.

-Aceptar a los demás como son. Todos necesitamos sentirnos comprendidos y aceptados por otras personas, y para conseguirlo es importante aprender a reconocer y aceptar las diferencias personales, a ser más pacientes y tolerantes. Entendamos que en el derecho que tenemos a expresarnos con nuestras diferencias está implícito el derecho que también tienen los demás de hacerlo. Busquemos resaltar elementos positivos y puntos afines entre nosotros.

-Ser considerados. Muchas veces juzgamos el comportamiento y las actitudes de los demás con ligereza, sin detenernos a pensar si conocemos las verdaderas razones por las que esas personas actúan o piensan de esa manera. Comencemos a ser más tolerantes y pacientes, valorando el esfuerzo que puedan hacer otros para compartir con nosotros lo mejor de sí.

-Ser amables. Para rescatar la amabilidad, necesitamos conectarnos con los demás. Ser amables no toma mucho tiempo ni esfuerzo; por el contrario, lo que hace falta es establecer un contacto con la otra persona para brindarle lo que esperamos recibir en algún momento. Puede ser tan sencillo como sonreír, saludar, agradecer, disculparnos, brindar nuestra ayuda aunque no nos agradezcan por hacerlo.

-Ser solidarios. Cuántas veces hemos experimentado la necesidad de recibir una mano amiga en un momento de necesidad. Mostrémonos entonces dispuestos a brindar nuestro apoyo, con una palabra, un gesto, un detalle o una acción generosa y desinteresada dirigida a suavizar la vida o el momento de otras personas. No se requieren grandes esfuerzos. Con ingenio y disposición es suficiente. Hagamos nuestro aporte consciente, es el momento de participar y de sumar nuestra voluntad a la de otras personas para lograr un cambio a positivo.