Para lograrlo, es necesario comenzar por reconocer nuestros errores, aceptando humilde y conscientemente que algo hicimos, dijimos o decidimos en algún momento, para encontrarnos en esa situación difícil. Cuando lo vemos de esta manera, la interpretación que le dábamos cambia, pues pasamos de ser víctimas de las circunstancias o de la acción equivocada de otros, a tomar la responsabilidad de nuestra vida; inclusive somos capaces de reconocer y considerar la posibilidad antes inexistente, de afrontarlo y resolverlo, sin tener que sufrirlo indefinidamente, al reconocer que la posibilidad de superarlo y no repetirlo, realmente está en nuestras manos y no en la de otros. 

Ponernos a pensar, en lo que pudimos haber hecho para evitar que sucediera, o excusarnos mentalmente mientras buscamos los culpables reales de lo que nos sucedido, ya no cuenta para solucionarlo, porque lo pasado y lo vivido no se puede cambiar, porque ya ocurrió. De manera que lo único que podemos hacer, es levantarnos y decidirnos a actuar de una manera diferente, habiendo aprendido algo de lo sucedido, para evitar que se vuelva a presentar en el futuro. Por eso, aprender de las situaciones fallidas, puede ayudarnos a evitar que sigamos atrapados en alguna repetición inconsciente de una situación del pasado. 

Cuando una situación se repite una y otra vez en tu vida, en lugares diferente o con otras personas, es porque todavía tienes esa lección pendiente. Entonces, en lugar de quejarte y sentirte víctima eterna de lo ocurrido, prueba iniciar el proceso de reflexionar sobre el comportamiento y la actitud que mantienes, tal vez descubras, que puedes actuar de una manera diferente y asertiva la próxima vez, frente a una situación similar. ¡Rompe el ciclo!! Atrévete a cambiar, a establecer límites, a tomar otras decisiones, a reconocer tus errores y hacer cuanto sea necesario para corregirlos y aprender de ellos.