EVARISTO MARÍN
Diestros con sus barcos y ojo avizor con el oleaje y los comportamientos del viento, los margariteños no juegan con las tempestades, aprenden a enfrentarlas. Familiarizarse con la Osa Mayor y todas las estrellas del firmamento y guiar sus embarcaciones a buen puerto, fue siempre para ellos lo más importante. Conocer de brújulas y sextantes es lo primero.
Cleto Quijada, encuellador de Oficina 1, pozo con el cual comenzó la explotación petrolera en El Tigre de Anzoátegui, aprendió los primeros secretos del mar encendiéndole el cachimbo a su abuelo Bruno Mata, en la playa de Pedro González. ”Muy viejo y casi ciego, Cambruno, como lo llamábamos sus nietos, podía fijar el rumbo de una embarcación con solo oír de los tripulantes la ubicación de las estrellas” enfatizaba.
En la época del computador y del tiempo meteorológico visualizable en Internet, con audios y cámaras de video hasta en los teléfonos, todo eso es pasado. La capacidad digital para comunicaciones nítidas y al instante de un extremo a otro del mundo, es asombrosa. Todo ha cambiado en la navegación y seguridad en el mar. La madera es adorno. Lo moderno es el barco de fibra y, en grandes buques, el acero.
Darío Sánchez, quien forma parte de la tripulación de la gran flota de Royal Caribbean, se vale de una diminuta computadora para conectarse con los tableros de la sala de mando, desde cualquier parte del barco. Nada falta en esos gigantes del mar con 2.000 tripulantes y hasta 6.000 pasajeros en sus camarotes. Espectáculos, exquisita gastronomía. Su diversión flotante se desplaza por los grandes puertos del mundo. Sánchez recuerda con orgullo a su abuelo margariteño, Chico Mata Estaba. "Oyendo las historias de mi abuelo y de sus barcos, comencé a sentirme marino desde muchacho".