La paternidad es sinónimo de infinitas emociones
Emoción, responsabilidad, firmeza, ternura, guía y disfrute son algunas sensaciones que responden al concepto. Hace años, en una misa, el discurso del sacerdote se enfocó en subrayar que la familia necesita la ternura de la madre y la firmeza del padre

ESTAMPAS

18/06/2021 06:00 pm



Francesca Zumbo

Recientemente pregunté a distintos padres sobre su experiencia, sus sentimientos, y lo que más me sorprendió fue la ternura presente en cada uno de ellos.

 
Descubrí que estos hombres, ante todo, son firmemente tiernos, aman profundamente, sienten que son una guía y disfrutan al máximo los momentos que comparten con sus hijos.

La mayoría de ellos no anhelaban la dulce espera. Con su tendencia práctica, recibieron impactados la noticia que cambió sus vidas y trataron de prepararse para el día del nacimiento.
  
La paternidad es sinónimo de infinitas emociones. Fotografía IStock 

Los hombres sienten a sus hijos realmente por primera vez en brazos y relatan ese momento como si lo volvieran a vivir.

Los padres quieren ser omnipresentes, quieren servir de brújula y soporte, tratan de entender la vida para poderla explicar, cuidan su conducta porque saben que enseñan con el ejemplo. Ellos disfrutan de la experiencia, saborean los momentos irrepetibles y hacen propios los sueños de sus hijos.

Ellos respondieron estas preguntas:

¿Qué puedes decir de tu experiencia como padre?

¿Cómo ha cambiado tu vida?

¿Qué es lo más preocupante?

¿Qué quieres transmitir?

Carlos, 44 años, padre de un preadolescente de 12 años:
“A partir del día que nace tu hijo entiendes que ya no vives para ti, que tienes una responsabilidad con la vida, que es crear tu descendencia y tu recuerdo después de tu muerte. La paternidad te hace prudente, porque te pone frente a una máquina pensante que copia todo: lo positivo y lo negativo. Eres más consciente de lo que haces porque impacta al ser que más te importa en el mundo, quien es tu legado, tu proyección.
 
Un padre debe transferir sus experiencias dejando de lado las frustraciones de su vida.
 
El error más común en el proceso es que crees que estás enseñando a alguien y no te das cuenta que un niño es un espejo que te muestra los defectos y virtudes que has tenido a lo largo de tu vida.
 
Es difícil hacerle entender a una persona cómo debe vivir la vida sin saber cómo vivir la tuya, decirle que cambie un comportamiento que aprendió de ti y no saber modificarlo.
 
Quiero estar cerca de mi hijo sin soberbia pero con autoridad, con respeto. Siento que vine a aprender de mí observando a mi hijo y recordando a mi padre”.

Dennis, 43 años, padre de una niña de 12 años y un bebé de 3 años:
“No soñaba con ser padre, es un estereotipo de las familias perfectas con hijos.
Mi hogar fue un buen hogar, yo sabía que tendría más de un hijo, porque los hermanos son importantes.

La vida cambia sobre todo cuando son bebés porque te tienes que adaptar a sus ritmos naturales. Una vez que crecen la vida se vuelve más plena, tienes más personas con quien compartir y te sientes muy vivo, muy feliz de poder dar explicaciones, brindándoles mis discursos que quizás sean un poco fastidiosos, pero que hacen que vuelvan a ti con más preguntas.

Mis hijos me hacen sentir que soy afortunado. Que tengan confianza en mí es una gran satisfacción.

Quiero enseñarles que sean valientes en tomar oportunidades y riesgos, que no sean conformistas, que actúen con voluntad, porque todo es útil, que aprendan a ayudar, que valoren a los demás, que entiendan que las acciones tienen consecuencias sobre otros y eso es parte del saber vivir.

No quiero que sean cobardes, deseo que se sientan libres de vivir sus experiencias, se pueden caer al subir al árbol y mi postura es que se suban, tratando de decirles cómo y estando ahí para aplaudirlos o sobarlos en caso de que caigan.
 
Mi miedo podría ser, el dejar de estar para ellos, la vida tiene momentos difíciles y hermosos que no me quiero perder. No voy a poder evitarles los dolores, pero los puedo preparar para afrontarlos.

Todos los días me pregunto cómo serán de mayores, no los proyecto con logros profesionales, sino con vidas plenas, felices, que sepan apreciar la vida”.
 
Luis, 60 años, padre de un hombre y una mujer de más de 30 años:
“No estoy viviendo en este momento la etapa intensa de la paternidad, esa ya la viví. Ahora puedo mirar hacia atrás y pronunciarme con más serenidad y madurez.

Mis hijos tienen sus vidas realizadas, ya mi hija es madre y profesional. Mi hijo terminó su doctorado y se va a comprometer.

La paternidad es algo que ningún hombre se debe perder. La vida cambia por etapas, esa noticia de la primera vez fue una mezcla de alegría con miedo. Los hombres vivimos los nueve meses preparándonos para el provenir. Los primeros contactos con mis hijos los tengo vívidos en mi mente.

Yo ahora no estoy preocupado como antes, son adultos e independientes, pero pienso en su futuro, sus carreras, sus parejas y el mundo que les espera vivir.

Siento la satisfacción de haberles enseñado lo fundamental: el trabajo como una oportunidad de crecimiento. Los valores para que fueran personas de bien para ellos mismos y lo que les rodea.

Intenté transmitirles que la vida es un juego donde todos tenemos oportunidades de ganar, donde puedes demostrar lo que eres en todo momento, donde confluyen tu fuerza interior con ese azar que no controlamos, que podríamos llamar Dios, que es un misterio.
 
Mi satisfacción ha sido construir sobre mis sueños sus propios sueños”

Miguel, 52 años, padre dos jóvenes de 18 y 22 años:
“Mis hijos representan el amor eterno que nunca se acaba, que es tan profundo que daría cualquier cosa por ellos.

Ser padre es una responsabilidad muy grande con los hijos, significa prepararlos psicológica y académicamente para un mundo cada día más complicado. Me da miedo que les falten herramientas ante un mundo salvaje y competitivo.

Quiero que tengan vidas equilibradas entre sus trabajos y sus familias.

Que valoren el amor como esencia de la vida, de la la familia y que se sientan orgullosos de ellos mismos, que sepan valorar a las personas, que se relacionen con respeto, con honestidad.

Podemos tratar de impartir una buena educación en todos los sentidos, pero los hijos toman sus decisiones y quizás el rumbo que eligen no es el que quieres, debemos entender que llega un momento en el cual no podemos participar, solamente observar y aconsejar, algún día ellos también lo harán y nos recordarán”.

Rafael, 54 años, padre de tres adolescentes: dos varones y una hembra:
“No me considero el más excelente, pero he dado mi mejor esfuerzo. El tiempo pasa muy rápido y nos vamos haciendo mayores, tengo fotos que miro una y otra vez, son como pausas en el tiempo.


Reciben impactados la noticia que cambia sus vidas. Fotografía IStock
Cuidan su conducta porque enseñan con ejemplo. Fotografía IStock

Nací de sexto de siete hermanos y la muerte temprana de mi hermano menor me enseñó a valorar más cada instante. Soy una persona muy familiar, con valores que recibí y que transmito a mis hijos. Soy un individuo protector y muy directo, trato de mostrarles a mis hijos realidades duras como el mundo de las drogas, mostrándoles que pueden ser mortales, que pueden al principio parecer divertidas, pero que afectan la salud. Hablo de ellos sobre sexo, debilidades humanas, quiero ser su fuente confiable de información. También les muestro los logros, los deportes, comparto con ellos actividades como correr, soy muy competitivo, compartí con mi hijo uno de los maratones de New York y ese llegar a la meta juntos será para siempre uno de mis más bellos recuerdos. Creo que los padres a veces exponemos a nuestros hijos al peligro, somos más aventureros que las mujeres, queremos que se enfrenten al miedo y logren superarlo.

Creo que la vida se puede comparar con las 4 estaciones de la naturaleza, con mis hijos renové mi proceso, he vuelto a ser niño, revivo experiencias y me recargo de energía.

Mi mayor miedo es que uno de mis hijos se muera, eso sería terrible.

Me siento feliz cuando aplican algo que les enseñé o me vieron hacer.

Pienso que en la sociedad hay dos patrones de conducta: aquellos que se someten al sistema son sumisos ante horarios, cumplen los deberes y las metas de otros. Y las personas que tenemos metas propias y nos reinventamos a diario para vivir en libertad. Lo que quiero para ellos es que sean libres, prósperos y felices.”


Raíz profunda de experiencia, protección, respeto y amor. Fotografía Univisión

José Carlos 26 años, padre de dos niñas: 6 y 1 año:
“La vida te cambia desde el momento que ves sonreír a esa pequeña criatura que depende 100% de ti. Sientes una llama de motivación instantánea que te responsabiliza y te sensibiliza al mundo, agradeces cada segundo y cada oportunidad que te permite mejorar para ser un ejemplo para tu descendencia y educar según la cultura que hemos aprendido por generaciones con los principios y los valores de la familia.
 
Me preocupa que crezcan en una sociedad degenerada, que existen malas personas y no puedo controlarlo todo. Ellas vivirán sus experiencias y debo enseñarlas, advertirlas, mostrarles realidades para evitar que comentan errores.
 
Deseo sobre todo que sean felices, educarlas con amor y respeto. Quiero que sean cultas, que tengan conocimientos, que conozcan y respeten las diferentes razas, etnias, religiones, culturas e inclinaciones de sexo y de género. Que entiendan los valores de igualdad, lealtad, respeto, paz, amor, fe, fraternidad y servicio. Que tengan una mente abierta, libre de prejuicios, conscientes de sus valores, sus principios y sus límites”.

Sin duda, el vínculo entre padres e hijos es muy fuerte y se transmite por generaciones.

Los padres hablan de sus hijos, pero también se refieren con mucho orgullo a sus progenitores.

El padre es para la familia una raíz profunda de experiencia, protección, respeto y amor.

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