MIÚRICA YÁNEZ: «MÁS QUE DISCRIMINADA, ME SENTÍA UNA ESTRELLA DE CINE»
Miúrica Yánez, la primera candidata afrovenezolana en optar al título de Miss Venezuela, admite que no sufrió un apartheid en el certamen ganado por las muy blancas Irene Sáez, Pilín León y Miriam Quintana

ESTAMPAS

10/05/2024 08:00 am



Néstor Luis Llabanero 

Nacida en El Callao, la tierra del oro, representó al estado Bolívar y hoy repasa aquel inolvidable 7 de mayo de 1981 en el Hotel Macuto Sheraton —en La Guaira— donde pasó a ser la reina de la negritud venezolana.

Se llama Miúrica Yánez. Una mujer que hizo historia en el país. Con su participación inédita en el Miss Venezuela 1981, clavó la bandera abolicionista en el corazón blanco del certamen de belleza. Fue la gota de café necesaria en aquella taza de leche.


De esta forma, le puso el matiz a la pluralidad de la belleza femenina. Y lo hizo sin aspavientos, sin cantos de protestas ni discursos de lamentos. Cuatro décadas después no se asoma en su conversación un reclamo de inclusión forzada ni deja ver en su cara algún gesto de revancha, como suele ocurrir con algunos movimientos que capitalizan el resentimiento. Es una mujer libre.

No entiende por qué algunas reinas —lo dice ella misma— experimentan complejos por su color de piel. Durante el Miss Venezuela 1981 mostró su pigmento negro con el orgullo de la mujer que se siente exclusiva en medio de la uniformidad racial.

Miúrica Yánez durante la presentación a la prensa en 1981

Fue tanta su intención de decirlo alto y exponerlo claro, para que nadie lo dudara, que el día de la elección lo simbolizó con una flor en su cuello. No era cualquier adorno. Se trataba de un clavel, precisamente negro. Un regalo que recibió de Manuel Carvajal, el estilista de Miss Miranda, Irene Sáez.

Elaborada en organza, Carvajal adhirió los pétalos de aquella flor al pelo ensortijado de Miúrica. No podía ser más rotundo el propósito. Con el accesorio en la nuca, Miss Bolívar manifestaba que la suya era una africanidad auténtica que emanaba de su médula espinal.

En contraste con el vestido blanco marfil confeccionado por Piera Ferrari, la candidata acentuaba así su origen de El Callao, la ciudad venezolana de los yacimientos de oro donde nació esta pantera triunfadora el 24 de agosto de 1956.

Rendidos a su caminar de hombros caídos y espalda ligeramente reclinada, los venezolanos la proclamaron como la primera mujer absolutamente negra que optaba al máximo título de belleza.

Miúrica Yánez integra la delegación de ganadoras, en visita oficial a La Casona

RENUNCIA A VIASA Y LE DA EL SI A OSMEL SOUSA

«Mi participación en el Miss Venezuela se dio poco a poco», repasa Miúrica Yánez un proceso que recuerda nítidamente, aunque hayan transcurrido décadas. «Resulta que Osmel Sousa me conoció a través de mi hermana Panchita Yánez, que fue una de sus musas por un tiempo. Yo estaba muy jovencita, pero desde esa época él me iba hablando».

Antes de asumir el compromiso se fue puliendo en concursos menores, casi todos organizados por Marisol Mata, una referencia como organizadora de certámenes. Miúrica no se coronó en ninguno. Alcanzó la posición de segunda finalista en Miss Ébano y en Miss Trópico. En el Miss Bikini obtuvo una beca de formación.

Cuenta que luego de esa etapa aceptó la propuesta de ser azafata de la compañía aérea venezolana Viasa. «Me convertí en la primera mujer negra de la aerolínea. Eso me parece importante que lo digas», puntualiza para su orgullo.

Estando en las alturas, con su uniforme de aeromoza, el destino la cruzó de nuevo con Osmel Sousa. Sucedió durante un vuelo entre Caracas y Nueva York. El preparador de reinas no dudó en invitarla. Pero Miúrica seguía renuente.

Cada vez que Sousa viajaba a la ciudad de los rascacielos para la compra de telas, le preguntaba: «Miúrica, ¿cuándo te vas a meter al Miss Venezuela?».

«Una vez nos conseguimos en otro vuelo y le respondí que ya podía inscribirme», comenta sonreída. «Recuerdo que esa vez, cuando aterrizamos en Nueva York, nos fuimos a caminar por las tiendas y empezamos a comprar telas para mis vestidos. Así celebramos mi decisión. Todo lo pagué yo con mi dinero. Ese día renuncié a Viasa y entré al Miss Venezuela. Osmel estaba feliz y yo también».


Miúrica Yánez en el opening del certamen celebrado en el Macuto Sheraton

WOMAN DE EL CALLAO

Miúrica Aura Yánez Callender es la menor de seis hermanos, a quienes ha logrado sobrevivir. Los tres primeros fueron concebidos en Trinidad y Tobago, la tierra de su madre, la señora Miúrica Callender de Yánez; los otros tres en El Callao, la tierra de su padre, Julio Yánez Matzon, un venezolano nacido en Washington.

La familia se asentó en el estado Bolívar. Se mudaron a Caracas cuando Miúrica tenía dos años de edad. Hoy se define como una mujer guerrera. Continúa subiendo al parte El Ávila, pese a que una rodilla la aqueja. Pero, su carácter parece indoblegable.

«Desde niña fui determinante y como actuaba con madurez comencé a trabajar temprano y me convertí en el sostén de mi casa. Ese rol, que se supone de los padres, lo llevé por mucho tiempo. Siempre tuve una personalidad muy independiente, aunque familiar».

Con ese autorretrato Miúrica deja claro que sus sueños y metas se los financiaba ella misma. «Como era la primera negra quería ser lo más auténtica posible, sin cabello largo y hasta que no me dieron mi estado no acepté. Exigí representar la autenticidad de mi color y así fue. Para mí significó mucho estar en el Miss Venezuela, logré participar en un grupo tan bello, se mantuvo una armonía hasta el final, nos respetamos y aprendí mucho de cada una de ellas».


Miúrica Yánez, modelo afrovenezolana

PROTESTA POR LAS ZAPATILLAS DE IRENE SÁEZ
 
Habla de paz y amor durante la competencia, pero Miúrica Yánez no niega su conato de renuncia a días de la noche final. Su motivación no fue racial. El retiro de Miss Bolívar 1981 no se asoma, ni por sospechas, a los discursos ideológicos segregacionistas tan activados en 2024.

Resulta que las jóvenes participantes —en su mayoría, adolescentes de 18 años— se arremolinaron en torno a Miúrica, quien estaba próxima a cumplir los 25 años. Lo hicieron para desahogar la injusticia —así lo creían— de tener que caminar con zapatillas cuyos dedos eran sostenidos por apenas «una tirita» que no garantizaba equilibrio.

En sus mentes juveniles creyeron que Miss Miranda, Irene Sáez, era favorecida al contar con unas zapatillas diseñadas con mayor protección, definidas por Miúrica como «sandalias romanas».
 
Fue suficiente para que todas se concentraran en una habitación y elevaran la protesta ante lo que consideraban como una «falta grave». El razonamiento era que si todas cumplían las normas, entonces las condiciones de participación debían ser iguales para todas.

«Era una tontería, pero en aquel momento lo vimos como una falta de respeto», se ríe Miúrica ante aquella acción. «Yo me fui a la habitación donde estaban mis padres en el mismo Sheraton, y mi mamá, que no hablaba bien el español, me pidió que no renunciara».

Ignacio Font Coll, presidente del Miss Venezuela, y Osmel Sousa, el poder detrás del trono, suavizaron la postura de Miúrica y a la candidata se le dio una nueva bienvenida ante todo el grupo. «Yo hice hasta pucheros del sentimiento que me dio el que no nos dejaran ser felices como éramos», evoca.


Miúrica Yánez es coronada como una de las ganadoras en 1981

«EN ESE MISS VENEZUELA YO ESTABA MÁGICA»

«Más que discriminada me sentía una estrella de cine, hasta con diez periodistas a mi alrededor entrevistándome y tomándome fotografías», así de cotizada se recuerda. «Modestia aparte, porque me queda feo, pero yo fui una negra diferente, alta, que transmitía simpatía. Yo me sentía poderosísima, fui una de las más publicitadas del Miss Venezuela».

Miúrica se desborda describiendo las sensaciones de una noche que sigue siendo para ella inolvidable. «En el Miss Venezuela 1981 yo lo que estaba era mágica, suprema, divina. Las compañeras se sentían discriminadas por mí, porque yo resaltaba mucho por mi color de piel».

Debido a lo positivo de sus vivencias, le cuesta entender el cuento amargo que dicen haber vivido otras mujeres de piel morena que aseguran, tras haber pasado décadas de su participación, que fueron segregadas.

«Yo fui demasiado feliz. Si uno toma la mejor parte del concurso y lo vive con el sentido de representar algo, esa experiencia es una belleza, porque es la oportunidad que se tiene para un propósito».

En su caso, resultaba valioso portar la banda del estado Bolívar y sentir que las mujeres de El Callao —negras como ella— se sintieran celebradas. Rechazó la banda de Anzoátegui, que fue la primera propuesta.
 
«Para mí era importante representar a mi estado. Yo siento que muchas negras entran sin el propósito de representar a sus raíces y aceptan cualquier estado y no donde nacieron. A veces las mismas personas nos discriminamos y no solo por el color de piel sino por la edad, por la estatura o por el cuerpo».


Fotografía de Mauricio Donelli

IRENE SÁEZ CONTRA MIÚRICA YANEZ

Recuerda que en una oportunidad la prensa publicó un reportaje con el título ‘El Miss Venezuela en blanco y negro’, que enfrentaba los dos extremos del color de piel: Irene Sáez, blanca; Miúrica Yánez, negra.

«Irene Sáez, bellísima. Ella entró después y se sabía que iba a ganar. Se lo merecía. Una muchacha preparada, bella, espectacular», sostiene de la ganadora. «Nunca pensé que Maye Brandt me coronaría a mí, pero yo no estaba por debajo».

Asegura que sobre la participación de negras en el Miss Venezuela es poco lo que puede decir. «Solo me acuerdo de Amaury Martínez porque como yo era negra de verdad y vino un año después de mí; luego Mirla Ochoa. Ella no tenía como estar en el concurso y Osmel le dio todo. Con Mirla Ochoa desfilé mucho en El show de las misses, que organizaba Manolo Manolo.
Después, las que he visto son puras candidatas morenas y trigueñas, pero negras no».


RITA CÓRDOVA LE PIDE QUE ENDERECE LA ESPALDA

Luego de más de 40 años de su participación en el Miss Venezuela, en el cual ganó las bandas de Miss Amistad, Miss Elegancia y el de sexta finalista, no sabe decir si en ella prevalece más lo amigable o lo glamoroso. «Yo soy como una sola. Yo traigo las dos cosas, soy elegante y amistosa».

Epítome de garbo escénico, al certamen se incorporó con su título de modelo egresada de Herman´s Institute, donde, paradójicamente, su profesora Rita Córdova le reprochaba su manera «extraña» de caminar.

«A mí nadie me dijo que caminara de alguna forma en el Miss Venezuela, aunque para la profesora Rita Córdova era un defecto que yo caminara hacia atrás y me pedía que me enderezara. Pero después de mí, todas quisieron caminar como yo».

La prensa celebró la autodeterminación de Miúrica Yánez y su seguridad tampoco pasó desapercibida para Joaquín Riviera, de quien también tiene un recuerdo.

«Cuando yo llegaba con mis trapitos, así toda mágica, porque yo usaba puros pareos y me los amarraba bien divina, Joaquín los llamaba Pampers, porque decía que eran como mis pañales, pero lo decía para que todas nos riéramos. Joaquín Riviera era divino».


Miúrica Yánez mantiene la elegancia que la distinguió durante el certamen

«NO PUDE VESTIRME COMO QUERÍA OSMEL»

Dice que en una ocasión, Osmel Sousa se le acercó y le susurró que ya le tenía el modelo de su vestido para la noche final. Entonces le entregó un video de Aretha Franklin. Pretendía que llevara un traje con una capa enorme, de mangas largas y cuello alto, como lo había visto en la cantante estadounidense.

«La idea era que en la noche final yo tenía que irme quitando todo eso por todo el camino. Le dije a Osmel que a mí no me gustaba nada de eso y que yo no era capaz de ponerme lo que me proponía y él cambió conmigo durante días».

Fue su instinto y el dejarse llevar por su corazón lo que guió el siguiente paso para la noche de coronación. Sus ojos viajeros se impusieron. Con el conocimiento que había adquirido sobre la moda internacional eligió una seda marfil que exhibió a medio hombro.

Como a ninguna otra candidata de 1981, a Miúrica le encantaba mostrar piel, dejarse mirar en transparencias y así se lo manifestó a Piera Ferrari en su atelier del Centro Comercial Paseo las Mercedes. La maestra Ferrari elaboró el traje de acuerdo con la voluntad de la aspirante.

«Recuerdo que antes de salir al desfile, ya casi pisando el escenario, Osmel me recordó que si no quedaba de nada no saliera luego a armar un escándalo. Pero, con semejante vestido yo lo que estaba era flotando».

La energía de elevación que experimentaba no solo fue por su traje sino por el clavel negro en su cuello y por el trabajo que esa noche hizo el maquillador, su amigo Ernesto López.

«Aunque ya yo no tenga una piel lozana, Ernesto López me sigue aguantando todo, estuvo pendiente de mi hasta el final, igual que Julio César Arráiz. Ese día yo estaba flotando y después del resultado Osmel me felicitó, me dijo que lo había logrado por él y yo estaba feliz y lo abrazaba porque la verdad es que quiero mucho a Osmel».

Miúrica declinó asistir al Reinado Internacional del Mar de Santa Marta, en Colombia, como le correspondía, y prefirió dedicarse por completo al modelaje. Pero, en 1982, un año después del Miss Venezuela, dio a luz a su único hijo Ronald Foresti Yánez, quien vive en España desde hace más de veinte años. «Se suponía que yo no podía tener hijos, así que su nacimiento fue un milagro. Mi hijo es un moreno espectacular y mi gran triunfo, mi hijo es mi gran corona».

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Miúrica Yánez

Néstor Luis Llabanero

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