Para unas generaciones de inmigrantes digitales es más fácil habituarse que para otras. Todo depende de qué tan preparados estén para adaptarse a los cambios en general, pues, la naturaleza del mundo digital cambia constantemente a un ritmo acelerado. Antes sólo hacía falta manejar aplicaciones de oficina, luego se sumó el correo electrónico y la navegación por páginas web, hace poco se sumaron las redes sociales y la generación de contenido y ahora entran en escena la automatización y la inteligencia artificial. No todos han podido adaptarse a un ritmo tan acelerado de innovación y cambio.
Otro componente es el
educativo: Si bien las nuevas generaciones tienen más facilidad para el manejo de las herramientas digitales dado que han estado más expuestas a ellas, es necesaria una formación integral para convertirlas en herramientas de trabajo, formación y superación. No se trata de dar clases de computación en la escuela, es
transformar los sistemas educativos para que se integren con las herramientas digitales, enfocándose más en el desarrollo de destrezas que en la enseñanza de contenidos. En esto, iniciativas como Khan Academy, Dawere y Code.org pueden ser excelentes ejemplos.
Nuestros padres pueden usar herramientas tecnológicasEl componente que se suele pasar por alto en la dimensión humana es el de la
discapacidad. El mundo digital es un mundo primordialmente visual: Interactuamos con los dispositivos a través de pantallas (táctiles en el caso de los dispositivos móviles), con interfaces gráficas amigables a la vista.
¿Cómo se integra digitalmente una persona que, por ejemplo, no pueda ver? Los asistentes virtuales, como Alexa, Siri y Google Assistant pueden ser un paso en la dirección correcta, pero todavía están muy crudos y limitados, sobre todo cuando la interacción no es en inglés.
Todas las dimensiones de la brecha digital resumen, de una forma u otra, los retos que tenemos como sociedad global ante el Siglo XXI. Desde la erradicación de la pobreza y el analfabetismo hasta la adecuación de la educación y la inclusión de las minorías.
Pero, ¿qué podemos hacer nosotros al respecto? Pequeñas cosas como, por ejemplo, donar o regalar los equipos que ya no tengamos en uso, tomarnos el tiempo y armarnos de paciencia para enseñar a nuestros padres y abuelos a usar las herramientas tecnológicas, entre otras cosas.
Por acciones pequeñas, las historias de cada quién pueden tener un final feliz. Como María José, la estudiante de 22 años cuya historia contamos en la entrega anterior, que recibió una computadora vieja pero perfectamente funcional, y pudo terminar su semestre e inscribir el siguiente. Muchos problemas globales pueden ser atendidos así, una historia a la vez.
Juan Carlos Araujo en Twitter e Instagram: @jcas0058@ParadigmaHoy