ANDRÉS CORREA GUATARASMA
Nueva York.- Con apenas 20 años de edad Miguel Gil está logrando algo que muchos actores pasan toda la vida buscando: ser parte del elenco de una producción en Broadway, la meca teatral. Más excepcional aún es que se trata de Kimberly Akimbo, una sencilla y no convencional tragicomedia que arrasó con 5 premios Tony 2023, incluyendo Mejor Musical, venciendo a shows de grandes coreografías, elencos masivos y efectos especiales.
Esta apuesta del famoso productor David Stone, escrita por David Lindsay-Abaire (Premio Pulitzer en 2007 por la obra Rabbit Hole, luego nominada al Óscar en su adaptación fílmica), es la historia de una alumna de escuela secundaria que padece una extraña enfermedad que la hace envejecer más rápido de lo normal, dándole una apariencia de señora mayor aún siendo una adolescente. En teoría suena muy lejos de ser el argumento de una comedia musical. En la práctica lo es, revolucionando las recetas tradicionales de Broadway.
Nacido en Caracas en septiembre de 2002, Gil forma parte del pequeño elenco de esta producción como actor sustituto -understudy- para tres de los cuatro personajes masculinos. Así, debe estar en el teatro de la calle 45 de martes a domingo –incluso cuando hay doble función- como bateador designado listo para un rol, bien el protagonista, alguno de “los amigos” o ninguno. La sorpresa es parte de su trabajo.
Igual se sabe todos los diálogos, movimientos y canciones, a la espera de lo que decida la producción, sin dejar de calentar la voz, probarse el vestuario, maquillarse y estirar los músculos tras bastidores.
“Yo me hice tarjetas con los diálogos de mis tres personajes, y lo que viene antes y después de cada línea. También marqué el libreto con tres colores diferentes para no confundirme. Aparte están las canciones… Lo más difícil es que cada personaje tiene una línea vocal diferente, aunque estén en la misma canción. El tono cambia. Cada dos semanas tenemos ensayo general completo, para no olvidar”, cuenta risueño con un impecable acento caraqueño.
Tres personajes son sin duda un gran reto. Mucho más considerando que Gil nunca había tenido una oportunidad profesional como actor, más allá de producciones escolares en Orlando, la ciudad de Florida donde creció cuando sus padres emigraron de Venezuela siendo él un niño de cuatro años.
Su corta biografía en Broadway destaca dónde nació. “En Caracas sólo estudié preescolar y estuve en el coro. Mi mamá decía que yo era una 'rocola viviente' porque cantaba todo lo que oía en la radio”. El suyo fue un gusto innato por la música sin antecedente familiar y que él mismo tardó en concretar.
“Hice todos los deportes. Yo quería jugar basquetbol, pero no soy suficientemente alto (risas). Entonces el profesor de teatro en la escuela pública me invitó a ayudarlo en la parte técnica, cargando la escenografía… Allí me pescaron y lentamente la escena me empezó a gustar más. Pero tampoco esto ha sido totalmente innato. Hubo profesores de voz que me enseñaron allí que éste es un trabajo, que podía hacerlo, que tenía talento”.
Gil llegó a Broadway tras pasar un año en Virginia, cursando un programa de teatro musical, con clases de baile, actuación y voz “en la pequeña Universidad Shenandoah”. Fue la primera vez que vivió lejos de su familia. Esa aventura no duró mucho, pues apenas se abrió la puerta en Broadway se mudó a Nueva York.
Esta ventana fue gracias al concurso regional de teatro estudiantil The Applause Awards que ganó en Orlando y lo clasificó a un certamen nacional que, debido a la pandemia, se hizo de manera virtual. Y aunque allí no fue finalista, tuvo la incomparable oportunidad de ser visto por profesionales que cazan talento para Broadway.
Tras ser seleccionado para este musical, decidió no reposar en la gloria, sino seguir estudiando, tomando clases por su cuenta. “Todo esto me ha cambiado la perspectiva de qué es en realidad lo que estoy haciendo. Ahora no estoy seguro de volver a la universidad en Virginia. Sigo haciendo audiciones aquí en Broadway”.