Al agua se le debe respeto
Parejo con el crecimiento de la población y su demanda crece la afectación del recurso. Hoy la inmensa mayoría de las fuentes de agua potable en Venezuela se muestran convertidas en charcos

GILBERTO CARREÑO

23/03/2020 05:00 am



Hoy se conmemora el Día Mundial del Agua para brindar homenaje a uno de los elementos considerados más importantes para el surgimiento y sustento de todos los seres vivientes. En Venezuela podría decirse que en los recientes carnavales el agua pasó “por debajo de la mesa”, en marcado contraste con otras épocas cuando el grito de “¡echále… echale!” advertía que alguien venía con un balde del entrañable líquido para vaciarlo encima de la humanidad del más “pintao”. En otras palabras: disfraz y agua eran los principales signos carnavalescos para muchos venezolanos.


Hoy día tal percepción se inscribe entre los hechos que forman parte de lo que algunos notables ambientalistas venezolanos, como el ingeniero Arnoldo Gabaldón, han considerado como la paradoja del desarrollo, para significar el hecho de que, en contraste con el crecimiento de las sociedades, su vital recurso merma en cantidad y calidad. 

Con marcada frecuencia se escucha la nostalgia convertida en queja de venezolanos que cuentan sus historias vinculadas a caudalosos y límpidos ríos que les servían como lugares para el esparcimiento y aprovechamiento del recurso para la satisfacción de las necesidades vitales de las generaciones que pudieron disfrutarlos.

Un recorrido por las distintas zonas de Venezuela permite visualizar el caos ambiental que denota el maltrato de quienes, en busca de la riqueza que albergan los cuerpos de agua, no se conforman con extraer de ellos los materiales que requieren, sino que además dejan su negativa huella ecológica. 

Por ejemplo el Lago de Maracaibo, orgullo de los zulianos, hoy es un charco grasiento que produce una ictiofauna peligrosa para el consumo humano; mientras que áreas, incluso teóricamente amparadas por figuras legales del país, se encuentran sometidas a una explotación irracional que envenena sus aguas y expulsa a las comunidades indígenas asentadas en la región sur, en lo que se conoce como el “arco minero”.

Hoy la inmensa mayoría de las fuentes de agua potable en Venezuela se muestran disecadas o convertidas en simples charcos cuando más de 4 millones de venezolanos carecen de acceso al preciado líquido, según cifras de la Agencia Internacional del Desarrollo (Usaid). Por lo que en la mente de quienes sienten la necesidad de preservar la calidad y conservación de las fuentes no puede existir otra idea que el llamado a respetar el vital recurso.