La violencia: un mal cuyos efectos hacen metástasis en la sociedad
Niños sin padres, que abandonan las escuelas y se deben incorporar al mercado laboral, familias que pierden sus ingresos, La violencia arrasa con mucho más que con una persona, acaba con la sociedad

CARLOS D' HOY

23/10/2022 07:00 am



A veces tenemos la tendencia de interpretar la violencia como un hecho que afecta solo a algunos. Quizá nos limitamos a verla exclusivamente desde la perspectiva de las víctimas. Sin embargo, la violencia va mucho más allá, claro que golpea a la víctima, pero sus efectos se extienden como un cáncer en plena metástasis.

La violencia deja cicatrices, cada deceso deja huellas, empobrece a las comunidades donde ha extendido sus tentáculos. Cada muerte implica la paralización de familias, el empeoramiento de las condiciones de vida, tiene efectos inesperados como los niños que deben abandonar la escuela porque deben trabajar para suplir el sueldo que se esfumó con una bala apuntándole el futuro a esos niños, también desestimula la inversión que afecta la generación de empleos. En fin cada bala disparada en un barrio genera una cascada de consecuencias que se extienden a lo largo del tiempo.

Lo lamentable es que entre las autoridades se afianza la idea de que escribir sobre violencia, es hacer un simple ejercicio “amarillista“ de contar muertes y no se toman correctivos, sino que se repiten uno tras otro, operativos calcados del fracaso anterior, sin encontrar soluciones, sin dar respuestas.

Entonces, para combatirla, lo primero que debemos hacer es conocer a sus protagonistas, víctimas y victimarios. Compenetrarnos con sus condiciones de vida, sus necesidades, qué hacen, su formación y empleo y, quizá, lo más importante: tratar de entender cómo se vincularon en ese momento.

Casi 90 mil homicidios en cinco años
Entonces comencemos a ver los rostros que se esconden detrás de las cifras, de los operativos y de los apodos.

Entendemos que estamos en un país que ha sido golpeado duramente por la violencia. Muestra de ello son los datos presentados a lo largo de los últimos cinco años por el Observatorio Venezolano de Violencia (OVV), que reportó el asesinato de al menos 89.094 personas entre 2017 y 2021 en todo el país.

Solo en Caracas, en el mismo período, el Monitor de Víctimas recopiló informaciones sobre el asesinato de 4.678 personas

Aun cuando se debe reconocer que las cifras de muertes violentas han caído a lo largo de estos cinco años de 26.616, en 2017, a 11.081 muertes violentas el año pasado; eso no quiere decir que la violencia criminal terminó. El OVV considera que la reducción de la violencia es consecuencia de un fenómeno multifactorial, entre los que se encuentra la migración.

Estudios recientes encontraron que más de la mitad de la población que migró en los últimos cinco años está compuesta por jóvenes entre 15 y 29 años, “exactamente el mismo grupo etario más involucrado en la violencia. Si asumimos que la emigración puede calcularse conservadoramente en cinco millones de personas, deberían haber salido del país alrededor de 2,5 millones de jóvenes en la edad que está en el núcleo de la violencia”, explica el observatorio en su informe correspondiente al año 2021

Conociendo a las víctimas
Los datos numéricos nos permiten crear perfiles de víctimas y victimarios y así dar un paso para entender el problema.

En los últimos cinco años, el Monitor de Víctimas recopiló en Caracas información sobre el asesinato de 4.678 personas. De este total, 4.354 víctimas (93%) eran hombres y 313 (6%) mujeres.

Al referirnos a las edades de las víctimas, 3.401 (72%) tenía entre 18 y 59 años; en ese mismo período 240 adolescentes fueron asesinados, representan 5% de los casos. Además, 167 adultos mayores (3,5%), fueron víctimas de la violencia. Vale destacar que en 18% de los casos, no se tuvo información sobre la edad del fallecido.

Uno de los impactos más grandes de la violencia, se da en las etapas más productivas de la vida, que aportan casi tres cuartas partes de las víctimas. En el período analizado, 1.690 jóvenes de entre 18 y 26 años de edad fueron asesinados y 1.110 tenían entre 27 y 37 años.

A partir de los 37 años, la cifra de asesinatos disminuye: 446 muertes con edades entre 37 y 47 años; 232 con edades entre 47 y 59 años y 167 casos de adultos mayores de 59 años.

Cuando analizamos el nivel educativo de las víctimas, observamos que la mayoría tenía una formación académica básica, 2.415 habían cursado, en el mejor de los casos, primaria y secundaria, lo que nos ubica en un plano con escasas oportunidades de desarrollo y crecimiento personal.

Lo mismo sucede cuando observamos sus empleos, unos eran desempleados o tenían un trabajo desconocido, la mayoría de los empleados laboraba de manera informal o con trabajos de básica capacitación, obreros, mototaxistas, buhoneros, mecánicos, amas de casa, mensajeros.

Entre policías y delincuentes
La violencia venezolana tiene una característica que la define y es que los victimarios casi se dividen por la mitad los casos entre delincuentes, quienes son responsables de aproximadamente 49% de los asesinatos y autoridades, 39%, hay que destacar que en 10% de las muertes, los familiares y allegados desconocían quién era el autor del crimen.

Los huérfanos: una deuda pendiente
Los huérfanos que quedan tras los crímenes son quizá el principal de esos efectos que casi no se toman en cuenta.

Al estudiar las cifras de la violencia capitalina de los últimos cinco años nos encontramos con que al menos 3.434 menores de 18 años quedaron huérfanos. De ellos 485 perdieron a su mamá, esto representa un duro golpe para las familias, especialmente en un país que padece de un altísimo porcentaje de hogares levantados por madres solas.

Así comenzamos a deshojar las consecuencias de una violencia que indirectamente golpea a las comunidades y deja su huella.

En la mayoría de los casos nos encontramos con que las víctimas, no están solas en el mundo, sino que se trata de personas que son sostén de hogar y al asesinarlas, los victimarios dejaron enormes vacíos en los grupos familiares.

Estos vacíos no son solo emocionales, también son económicos. Esa falta de ingresos hace que los núcleos familiares se vean duramente afectados y eso por lo general lleva a otros miembros de la familia a ocupar ese espacio y en muchos casos se trata de niños que abandonan sus estudios, y en gran medida su futuro, para incorporarse al mercado laboral.

En este particular es necesario que las autoridades y la sociedad civil diseñen planes y estrategias que le permita a los sobrevivientes de la violencia, seguir adelante sin tener que sacrificar el futuro de sus familiares, ya el dolor de la pérdida es suficientemente grande, como para agregarle el rencor por el futuro frustrado.