MARIÁNGEL PAOLINI
De acuerdo con la OMS, la ingesta diaria recomendada por adulto es menos de 5 g/sal (<2 g de sodio) de todas las fuentes, es decir la que viene intrínseca en algunos alimentos, la que se añade en la formulación de productos procesados y la que agregamos durante la elaboración de nuestras comidas.
Para nadie es un secreto que deberíamos agregar menos sal a nuestra comida para disminuir el riesgo de padecer enfermedades crónicas como la hipertensión o de incrementar el riesgo de sufrir cardiopatías y accidentes cerebrovasculares. Sin embargo, en algunos productos como pan, cereales para el desayuno, tortas, galletas y salsas, la sal es casi imperceptible desde el punto de vista de sabor pero los fabricantes la adicionan en cantidades muy por encima de las normas establecidas por la Organización Mundial de la Salud.
De igual manera, cuando se come fuera de casa es imposible saber cuánta sal hay en la comida, así que también existe el riesgo de consumir más de lo sugerido.
Entre el 11 y el 17 de marzo organizan la Semana Mundial de la Concientización sobre la Sal, una iniciativa de Acción Mundial de Sal y Salud (WASH por sus siglas en inglés), quienes desde 2006 han iniciado una cruzada anual para que todos estemos más informados acerca de la cantidad de sal oculta que consumimos en los alimentos que llevamos a casa en cada compra, los riesgos de una ingesta descontrolada y las acciones que como consumidores responsables podemos desarrollar para proteger nuestra salud y la de nuestras familias.
Este año el tema central fue “Hide & Seek” (El escondite) haciendo alusión al juego infantil que nos invita buscar con atención la sal “escondida” en los alimentos que consumimos.
De acuerdo con la OMS, la ingesta diaria recomendada por adulto es menos de 5 g/sal (<2 g de sodio) de todas las fuentes, es decir la que viene intrínseca en algunos alimentos, la que se añade en la formulación de productos procesados y la que agregamos durante la elaboración de nuestros platos.
El consumo de sal/sodio en la región de las Américas está muy por encima del nivel recomendado y la meta es conseguir una reducción relativa del 30% de aquí al año 2025. Para ello se esperan acciones multifactoriales como la implementación del etiquetado frontal como lo han hecho ya en Chile, Perú y más recientemente en México, de manera que al momento de escoger un producto el consumidor sepa de inmediato si es alto en sodio. Esto también invita a la industria alimentaria a reformular sus productos, de manera que puedan disminuir la cantidad de sodio que usan en sus formulaciones para evitar la presencia del etiquetado precautorio.
Igualmente son necesarias acciones en el entorno familiar, con énfasis en quienes tienen la responsabilidad de preparar los alimentos, de manera que puedan aprender otras formas de sazonar las comidas sin necesidad de recurrir a la sal.