El dilema de los omnívoros

MARIÁNGEL PAOLINI

25/08/2019 01:00 pm




La neofobia es el miedo (o fobia) incontrolable e injustificado conscientemente hacia cosas o experiencias nuevas. Como especie evolucionada que somos, desarrollamos la neofobia alimentaria que, como lo indica el adjetivo, hace referencia a la resistencia a comer o probar nuevos alimentos. De acuerdo con la literatura especializada, se considera una estrategia de comportamiento eficiente para hacer frente al 'dilema de los omnívoros': quienes deben explorar, degustar y eventualmente incluir nuevos alimentos en la dieta, pero también deben ser muy cautelosos para evitar el riesgo de ingerir sustancias venenosas.

En los niños existe evidencia de que la neofobia es mínima en los primeros meses de vida, aumenta rápidamente alrededor de los dos años y disminuye gradualmente a partir de entonces. 

Los niños de 2 a 5 años de edad son más neofóbicos que los bebés (4 a 7 meses de edad). Se ha argumentado que la neofobia no es una respuesta funcional durante la infancia, cuando los padres proporcionan los alimentos, mientras que en la primera infancia cobra mayor importancia cuando los niños comienzan a explorar el medio ambiente y a comer solos.

Además, en los niños de 2 a 6 años de edad, los niveles más altos de neofobia se asocian con un menor consumo de vegetales, frutas y carne, que son los alimentos más potencialmente peligrosos dada la posible presencia de toxinas y bacterias que causan intoxicación alimentaria. Estos hallazgos son consistentes con la hipótesis de que las preferencias alimentarias de los niños están moldeadas por adaptaciones evolutivas que ya no son apropiadas en el entorno alimentario actual, donde los alimentos tienden a ser más seguros desde la perspectiva sanitaria (con las ya conocidas excepciones).

En los humanos adultos y en otras especies omnívoras, el contexto social afecta el consumo de alimentos. En particular, cuando una persona come en presencia de otros que también comen su comportamiento alimentario se “facilita socialmente”, es decir, se come más que cuando se está solo. 

Los estudios asociados a este comportamiento, muestran que los niños tienen una tendencia constante a degustar un alimento desconocido más fácilmente cuando un adulto lo está comiendo que cuando solo lo está ofreciendo. Un maestro entusiasta que modela la aceptación de un alimento nuevo es eficaz para fomentar la aceptación de alimentos nuevos en niños en edad preescolar. 

De igual manera, cuando los niños ven modelos de pares que tienen diferentes preferencias alimentarias, modifican las propias abriéndose a nuevas posibilidades, incluso en presencia de sus alimentos favoritos. 

Finalmente, las preferencias alimentarias de los niños también están determinadas por la frecuencia de los encuentros con un alimento nuevo y los niños aprenden sobre las consecuencias fisiológicas negativas y positivas de ingerirlo. De hecho, si un alimento rechazado inicialmente se presenta en repetidas ocasiones simplemente para que el niño tome una mordida muy pequeña, los niños de 2 a 5 años de edad eventualmente lo aceptarán después de varios encuentros. 

Es posible que las experiencias repetidas con un alimento determinen un aumento en el gusto por su sabor, o que la ausencia de náuseas y molestias gastrointestinales post-ingesta conduzcan gradualmente a la aceptación de un nuevo alimento. Por el contrario, si a la ingesta de un nuevo alimento le siguen las consecuencias negativas como las citadas anteriormente, los chicos lo asociarán con su consumo y ese alimento ya no se comerá más. 

Esta experiencia la he vivido muy de cerca en comunidades de chicos con regímenes especiales de alimentación, por lo que antes de hacer juicios e intentar por todos los medios que el niño coma ciertos alimentos, vale la pena explorar las raíces de su comportamiento.