El café venezolano de hoy

FABIÁN LUGO

06/01/2019 12:00 am



Cada taza es fruto del trabajo de miles de trabajadores que ejercen en uno de los mercados más complejos y competitivos del mundo.


Hasta hace 100 años el primer producto de exportación de Venezuela fue su café. El petróleo lo superó entonces; pero la coyuntura ha traído nuevo atractivo comercial, generando grandes oportunidades y también algunos problemas.

El tachirense Raúl Martínez es caficultor de cuarta generación, y desde 1997 ha viajado a Colombia, Guatemala, Francia, Brasil, España y México, para formarse hasta convertirse en uno de los mayores conocedores del café venezolano. Es un Coffee Hunter, suerte de Indiana Jones que va por todo el mundo detectando productos exóticos y de gran calidad, para su comercialización en mercados que pagan hasta $500 por kilogramo.



Con sentida preocupación confiesa que el café venezolano no deja de verse afectado por una economía irracional. Pese a que la producción se recuperó en los últimos años, la elevada demanda ha creado las condiciones para el abuso de personas inescrupulosas.

La pasilla es el café defectuoso. Mohoso, enfermo o muy mal procesado. En Venezuela esta calidad de café se vende entre $4 y $5 el kilogramo. En Colombia, país que ha hecho del café de calidad su bandera, un producto Excelsior se vende por $2 el kilogramo.

El venezolano tradicionalmente ha tomado el café con un tostado muy alto, incluso quemado. Esta condición le impide detectar defectos en el producto original. Al final, puede tomar cualquier cosa. 

El proceso de producción es largo, complejo y requiere grandes cuidados. Comienza en la germinación de la semilla, en la que tarda unos 10 meses. Luego la planta es sembrada. Desde que florece hasta que se recolecta tarda un año. De allí se almacena, se trilla y viene el tostado. Es entonces cuando se vende.



Hoy en día las zonas de mayor prestigio son Chabasquén y Biscucuy (Portuguesa) junto a Caripe (Monagas). Pero en Mérida, Tujillo, Táchira y Lara hay cultivos de alto nivel. 

Son esos grandes granos que han confirmado el enorme potencial de nuestro café, y sobre cuya fama se apoya la existencia de más de 500 cafeterías en Maracaibo. El café de calidad no da para tanto, sin contar con la exportación. 

Un Estado sin controles institucionales es parte del problema; pero también consumidores mal informados. Martínez recomienda la educación como gran solución. Asesoramiento técnico adecuado para el productor, y que cada consumidor aprenda y exija el mayor placer posible en cada taza.