NELSON TOTESAUT RANGEL
Es impresionante como en política nada está resuelto y, una aseveración de hace tres años puede resultar un tanto ridícula si las comparamos con la situación actual. En febrero de 2019 decía: “En medio de una situacioìn como la venezolana, leer en la prensa ‘crisis diplomaìtica en Europa’ nos genera escepticismo. A los venezolanos nos ha tocado vivir tantas cosas que hemos perdido el sentido del asombro. Estamos vacunados ante todo, y aquello que sorprende al mundo civilizado, en nosotros no despierta mayores emociones. No obstante, siempre es bueno monitorear los conflictos ajenos. Asiì sea por el simple placer de la tranquilidad mental”.
Indudablemente lejos se encuentra esa afirmación de la realidad que se vive hoy con la gran tensión en Europa por la guerra entre Rusia y Ucrania. Leía, hace poco, a un periodista italiano que decía que le daba ansiedad dormir, ya que no sabía si se volvería a despertar. No es exagerado, sobre todo cuando las tropas rusas llegaron a Zaporizhzhia, una central nuclear con seis reactores, cuya destrucción podría equivaler a seis chernobyls. Lo que generaría el desalojo de toda Europa, como bien dijo el Presidente ucraniano.
Pero hace tres años no era una guerra, ni el apocalipsis lo que estresaba a Francia. Eran las protestas de los chalecos amarillos y el coqueteo que le tenía montado el entonces Ministro Salvini. Macron, que no llamaba a diario a Putin para ver cómo habían amanecido sus ánimos de destrucción, se molestaba porque sus socios europeos apoyaban la inestabilidad de su país. Francia e Italia, al fin y al cabo, son países con estrechas raíces. Comparten una rica historia en común, pese a que siempre han demostrado un amorío difícil de entender. Al final, existe una imagen que vale más que mil palabras para describir la relación. Más que una imagen, un cuadro de Francesco Hayez, que reposa en la Pinacoteca di Brera. Il Bacio (el beso), se llama, y trata de una pareja de jóvenes que se besan apasionadamente. El significado se ve en los colores de su vestuario, dándonos a entender que son Italia y Francia quienes se unen a través de un beso.
Pero en pleno siglo XXI cualquier demostración de afecto puede ser malinterpretado. Incluso uno que date de siglos atrás. El 8 de marzo, con motivo del día de la mujer, el artista urbano milanés aleXandro Palombo le dio una nueva interpretación al cuadro. L’abuso (el abuso) le llamó, agregándole ciertas heridas a la jóven, ropa desgarrada y unos ojos de claro sufrimiento. Todo, a través de un street art, que puso a las afuera de la Pinacoteca.
El 8 de marzo es una fecha digna de celebrar, pese a que ha venido cambiando la forma. Años atrás se trataba de una suerte de San Valentín, en donde se regalaban rosas y se admiraba a la mujer por su belleza y cualidades. Era una fecha romántica, que seguramente se desvirtuó de su sentido inicial. Poco a poco lo ha ido recuperando, convirtiéndose nuevamente en una conmemoración de lucha y de victorias conquistadas. Lamentablemente en toda revolución se cae en la generalización injusta. El amante de Hayez no se salvó -ni siquiera por destiempo- y su beso pasó de significar la unión a una violación.