El adiós a Felipe de Edimburgo, despedida a una generación
Cien años de vida quedaron resumidos en la ceremonia planificada por Felipe de Edimburgo donde cada segmento representó un aspecto de su vida y de su personalidad

MAYTE NAVARRO

23/04/2021 06:00 pm



Mayte Navarro


Cien años de una vida resumida en un poco más de una hora, eso fue el funeral del príncipe Felipe, duque de Edimburgo, conde de Merioneth y barón de Greenwich. Un acto que dejó revelado sus afectos, sus pasiones. Y tenía que ser así porque todo el funeral fue programado por el esposo de Isabel II de Inglaterra. No había nada que él no hubiese aprobado en una operación llamada Forth Bridge, nombre de uno de los puentes más importantes de Escocia.

Cuando Felipe cumplió 82 años comenzó a trabajar en la organización de sus exequias. Ya le había comunicado a su esposa, la Reina, que no quería un funeral de Estado. La razón quizás haya sido porque no deseaba la presencia de gente que no conocía, como esos burócratas oportunistas o excéntricos que lo envidiarían por querer pasar a la eternidad de una manera similar, aunque ignoraran el significado de cada rito, de cada melodía, de cada cañonazo. Él prefería algo sencillo, pero lo simple para este hombre nacido en Corfú, Grecia, en junio de 1921 no era algo común y corriente, programó una ceremonia que lo identificase. El hombre que renunció a su religión, a su nacionalidad y a sus derechos a un trono en vía de extinción no quería despedirse en una ceremonia sin alma, que cayera en la banalidad sino que hablara de una vida que transitó entre sobresaltos, soledades, exilios, carencias y el mando en la sombra.

El último año de vida de Felipe de Edimburgo lo dominó la pandemia, causada por ese virus invisible que lo obligó a él y a su Lilibeth a compartir las tardes viendo los espléndidos campos verdes de Windsor, conversando como quizás no lo hicieran nunca, ni siquiera en aquellos primeros dos años de casados, que como ambos lo comentaran en alguna oportunidad, fueron los más felices de sus vidas, cuando eran una pareja sin muchos programas que cumplir, con el mar Mediterráneo de vecino, en su primera casa matrimonial, Villa Guardamangia, cuya construcción se remite al siglo XVIII, a las afueras de La Valeta, Malta, donde Felipe trabajaba para la Marina, su gran pasión. Ahora volvían a estar solos los dos en un tiempo casi detenido por la rutina, pero quizás cargados de conversación sobe el pasado, porque después de los 90 años de edad el futuro es una utopía. A lo mejor abundaron las reflexiones sobre si valió la pena o no haber sacrificado todo por la monarquía. Para ambos fue materia aprobada. No había nada de que arrepentirse.


Un matrimonio de 73 años por amor

La fiesta que no se celebró
La imagen de la pareja real el día que se casó su nieta Beatriz de York con el arquitecto Edoardo Mapelli Mozzi hizo olvidar cualquier posible enfermedad, todos daban por sentado que el centenario de Felipe de Edimburgo sería otra gran celebración dentro de la “Firma”. Se viviría algo parecido al día de su boda en 1947, cuando en plena posguerra el anuncio de la boda de la princesa heredera del trono de Inglaterra con el rubio príncipe, bisnieto de la reina Victoria, dio un poco de color a un país gris y oscuro, marcada por el hambre y el desempleo.

Aquella mañana del 17 de julio de 2020, Beatriz y Edoardo contrajeron matrimonio en una sencilla ceremonia en la capilla real de Todos los Santos del Royal Lodge, en Windsor. Debido a la pandemia, solo asistieron la Reina, el duque de Edimburgo y otros miembros de la familia real. Isabel II y Felipe de Edimburgo lucían sanos y fuertes. Muchos pensaron: hay príncipe para rato. Ojalá que en 2021 la pandemia haya terminado para celebrar sus 100 años.
  

Felipe de Edimburgo en su juventud

Pero el destino tenía otros planes para Felipe en 2021. Este sería el año para pasar a la eternidad. Su corazón perdió fuerza y hubo que intervenirlo quirúrgicamente. Los cuidados en el Hospital King Edward VII y luego en el centro médico de St Bartholomew parecían dar resultados pero no fue así, nuevamente de regreso a Windsor el hombre de mar comenzó a perder fuerzas hasta que se despidió tranquilamente, sin sobresaltos, como lo dijo su hija Ana, sin duda la preferida por él ya que la consideraba que era la que más madera de reina poseía. Trabajadora y reservada, heredó esa sinceridad directa de su padre.

Según sus hijos
Las palabras de Ana resumen la relación que ambos llevaron y también dibujan un poco al padre. “Sabes que tarde o temprano va a ocurrir, pero nunca estás realmente preparada para algo así. Mi padre ha sido mi maestro, mi apoyo y mi crítico, pero sobre todo es su ejemplo de una vida plena y de servicio público lo que más querría emular de él”. En este sentido, destaca la capacidad que tenía el duque para tratar a cada persona como individuos con plenos derechos y habilidades propias. “Un honor y un privilegio que me hayan pedido que siga sus pasos. Lo echaremos de menos, pero deja un legado que puede inspirarnos a todos".


Felipe de Edimburgo fue un verdadero pater familia. AFP

Por su parte, Carlos, el heredero de la Corona, también ratifica ese rol de rector, de director de orquesta de este hombre que ocupó un segundo lugar, pero que deja a su descendencia el mensaje que cuando se quiere brillar no importa si está un paso más atrás, porque si se es auténtico nadie lo ignorará.
 
Carlos de Gales dijo: “Él ha sido, simplemente, mi fuerza y mi apoyo todos estos años y yo, y toda su familia y este y muchos otros países, le debemos más de lo que él nunca reconocería. Mi querido papá ha prestado el servicio más extraordinario y devoto a la Reina, a mi familia, al país y a toda la Commonwealth durante los últimos 70 años. Se sentiría profundamente orgulloso por la cantidad de personas que tanto aquí como en otras partes del mundo comparten nuestro dolor".

Andrés rompió el silencio impuesto después del escándalo originado por su amistad con Jeffrey Epstein. Reconoció la influencia del duque en la vida monárquica. “Lo amé como padre. Siempre fue alguien con quien pudieras ir y él escucharía. Perdimos al abuelo de la nación. La Reina, como se esperaría, es una persona increíblemente estoica. Describió su fallecimiento como un milagro. Dejó un gran vacío en su vida, pero nosotros, la familia, estamos cerca de ella y la apoyaremos”.

Por último, Eduardo, el menor de sus hijos, con el que mantuvo una estrecha relación que se extendió hasta sus nietos Lady Louise y James, quien por cierto fue la persona de menor edad presente en la capilla de San Jorge el día del entierro. Louise, la hija mayor de Eduardo y Sophie, heredó de su abuelo el gusto por el deporte de carreras de carruajes y compartió con él algunos secretos. En el funeral llevó en su abrigo un broche con un motivo ecuestre, como homenaje.


Uno de los últimos retratos del príncipe Felipe realizado por el artista australiano Ralph Heiman
CORTESÍA CASA REAL DANESA 

Eduardo, conde de Wessex ratificó que “aunque trates de prepararte para algo así, no deja de ser un shock. Su energía era asombrosa. Siempre estuvo ahí, como un pilar en la vida de la Reina".

Los símbolos de una vida
El duque de Edimburgo permaneció una semana en la capilla privada de Windsor. Una semana de soledad, como se desarrolló una parte de su vida, tiempo durante el cual conoció en carne propia el sentido de la palabra apátrida.

El sábado 17 de abril a las 3:00 p.m. comenzaron a aparecer, como en un libro, cada capítulo de su vida, donde lo militar ocupó un espacio significativo. Allí estuvieron presentes cada uno de los regimientos militares. Estaba la Armada Real Británica, donde ingresó a los 18 años. Sus representantes lo escoltaron hasta el Land Rover que él mismo príncipe ayudó a diseñar, porque le encantaba todo lo que tuviera que ver con la ingeniería y los motores. En sus viajes siempre incluyó alguna visita a un centro donde la tecnología fuese el centro de las actividades.


El príncipe Felipe el día de su salida al hospital, la última. Fotografía AFP

Felipe fue coronel de los Guardias Granaderos durante 42 años por eso en el funeral ellos escoltaron el féretro desde la capilla privada de la Reina hasta la capilla de San Jorge. Su uniforme de chaqueta roja y su gorro alto de piel de oso recordaron a Buckingham, la que fue una de las casas de Felipe, pues ellos son sus guardianes.

También estuvo representado el mayor general al mando de Asuntos Domésticos, junto a su ayudante de campo y el brigada mayor. Al llegar a la capilla de San Jorge lo esperaron los Guardia Fusileros quienes interpretaron el Himno Nacional. Desde 1953 hasta 2020, el príncipe Felipe formó parte de este regimiento.

Para que no se olvidara su espíritu deportivo y su amor a la disciplina ecuestre, también se colocó cerca de la entrada a la iglesia su carruaje tirado por sus ponis Fell, Balmoral Nevis y Notlaw Storm, además, allí estaban sus guantes, su bufanda y el látigo, una actividad que marcaba y daba sentido a su vida. Parece que tanto el carruaje como los caballos pasarán a ser propiedad de su nieta Lady Louise.


Conducido por los Guardias Granaderos. AFP

Sus nietos durante la procesión que trasladó el féretro de la capilla privada de Windsor a la de San Jorge. Imagen AFP

Felipe era un amante de la aviación, de allí su vínculo con la Real Fuerza Aérea (RAF) donde fue mariscal. El duque piloteó diferentes tipos de aviones, también helicópteros y obtuvo su licencia como piloto privado. Acumuló más de 5.000 horas de vuelo. En varias oportunidades, en sus giras por el mundo, aterrizó o despegó piloteando el avión que lo llevaba. Por esta razón la RAF no faltó en este su último acto oficial, donde Felipe de Edimburgo era el protagonista.

Pero el esposo de Isabel II no sólo fue un hombre con una carrera militar destacada, también tuvo una sensibilidad hacia las artes por eso el programa musical, elegido por el esposo de Isabel II remite a ese lado menos conocido de su vida, donde hay que incluir su actividad como escritor ya que fue autor de libros de uno de sus deportes preferidos, las carreras de enganche, así como de ornitología, pues también la naturaleza captó su interés.

Toda la música que acompañó a este funeral fue seleccionado íntegramente por el duque de Edimburgo. La dirección del coro estuvo a cargo de James Vivian, mientras que el órgano lo interpretó Luke Bond. Entre las composiciones que se escucharon estuvieron Schmücke dich, o liebe Seele, de Johann Sebastian Bach; Adagio espressivo, de Sir William Harris; Salix, de Percy Whitlock; Berceuse, de Louis Vierne; Rhosymedre, de Ralph Vaughan Williams; Eternal Father, Strong to Save, compuesto por William Whiting en 1860 lo incluyó porque que se escuchó en las exequias de su tío, el duque Mountbatten, quien fungió en su juventud como una especie de tutor. Del compositor Benjamín Britten se escuchó Jubilate Deo, un encargo de Felipe a este compositor y el Canto ruso por los difuntos, donde quiso recordar a sus antepasados nacidos en Rusia. En resumen, obras que hacen referencia a una personalidad compleja y decidida.

El luto se en la familia real británica se extenderá durante un mes, tiempo en que las damas vestirán colores oscuros, no usarán prendas con piedras de colores a menos que sean diamantes o perlas. Los hombres llevarán corbata negra. Tampoco asistirán a actos, sólo aquellos cuya urgencia o importancia así lo ameriten.

Para algunos británicos, con la muerte del duque desaparece una generación que hizo del deber su principal bandera. Para otros es simplemente un cambio de generación. William señaló que él y su familia están dispuestos a cumplir con sus obligaciones para con la Corona como lo hizo su abuelo.

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