La nostalgia se torna tóxica cuando nos embarga, cuando pensamos que aquello que vivimos, tuvimos o sentimos fue mejor y que no podremos volver a esa situación. Es entonces cuando se convierte en tristeza y melancolía, en el deseo de volver, de abandonar el propósito o las metas que fuimos a cumplir, en un refugio adictivo, para evadir, aceptar y vivir el presente, con todo lo que implique. Tal vez este sea el momento de aceptar, soltar y volver a empezar, sin el peso de los miedos y los apegos. Recordemos que la felicidad sólo se puede experimentar en el aquí y el ahora.

Mantener el contacto con los seres queridos. Una de las grandes causas de la nostalgia está en la separación física de nuestras personas queridas, perder la cercanía o la sensación de compañía, muchas veces nos llena de una gran tristeza que se transforma en la nostalgia de los buenos momentos compartidos. Mantener el contacto con ellos a través de la distancia, es una buena manera de mantener y fortalecer la relación, además, de continuar experimentando sentimientos y sensaciones agradables al sabernos queridos y acompañados a vivir. No creas, ni por un momento, en que la relación con las personas que se van o se quedan se debilitará, por el contrario, el contacto se hará más frecuente y auténtico, debido a la necesidad de hacernos sentir queridos.

Establecer una nueva rutina. Cuando dejamos atrás lo querido, lo conocido, lo seguro para nosotros, perdemos la rutina a la que estábamos acostumbrados. Nos sentimos temporalmente desubicados, confundidos, sin saber muchas veces por dónde comenzar o continuar. Por eso, es muy importante que en el nuevo lugar, situación o circunstancia comencemos a construir una rutina, que nos devuelva la estabilidad, el norte y la seguridad de que aun a pesar de los cambios, tenemos una vida propia.

Conocer el sitio donde estás. Uno de los hábitos que mantenemos y necesitamos cambiar al experimentar un nuevo comienzo, es el de comparar la nueva situación con la que dejamos atrás. Pensar constantemente en lo que teníamos, disfrutábamos, conocíamos, hacíamos o compartíamos con otros, nos roba la posibilidad de conectarnos con todo lo nuevo, lo bueno, lo interesante y hasta lo maravilloso que podamos encontrar o experimentar en el nuevo lugar o en la nueva situación de vida.

Hacer nuevas amistades. ¿Te acuerdas cuando fuiste al colegio por primera vez, cuando fuiste a tu primer día de clases, o de trabajo? Es lo mismo ahora, como empezar de nuevo, pero con la ventaja de la experiencia y el conocimiento que tenemos de todo lo que hemos vivido con anterioridad y que nos facilita el tener un nuevo comienzo, una nueva experiencia, porque vamos abiertos, atentos a conocer nuevas personas, afines con quienes somos realmente, para construir, para ampliar nuestro círculo afectivo, en el cual podamos sentirnos acompañados, aceptados y sobre todo apreciados por quienes somos y no por lo que tenemos o tuvimos.

Hacer ejercicio físico. Salir a caminar al aire libre, con un buen paso, puede ayudarnos a liberar el estrés, la ansiedad y sobre todo la tristeza y la nostalgia que nos embarga. La actividad física cambia nuestros pensamientos, nos oxigena y conecta con nosotros mismos y el entorno, además de ubicarnos en el aquí y ahora, para tomar lo mejor de lo que nos ofrece la vida a cada momento. Practicar yoga, aprender a meditar y a relajarte, puede ser muy terapéutico.

Buscar y resaltar lo positivo de la nueva situación. Recordar los buenos momentos es volver a vivirlos, porque nos reconectamos con los sentimientos y las sensaciones que tuvimos en ese momento, y con esto, potenciamos nuestro bienestar y felicidad. Pero, permanecer en el recuerdo de ellas, ausentes del presente en que está ocurriendo nuestra vida realmente, nos llena de una nostalgia, tristeza y melancolía tóxicas, que nos impiden vivir abiertos a reconocer todo lo nuevo y lo bueno que la vida tiene para nosotros.

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