CARLOTA SOSA EN LA PIEL DE UNA MUJER TRANSEXUAL
A días de reestrenar Al pie del Támesis —obra teatral escrita por Mario Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura 2010—, Carlota Sosa aborda una recreación de la poeta venezolana transexual Esdras Parra

ESTAMPAS

21/08/2023 01:00 pm



Néstor Luis LLabanero 

La acompaña en escena el actor Iván Tamayo. Dice que a su personaje de Raquelita le construyó una gestualidad más femenina que la suya. «Creo que hay una imposición sobre la identidad de género que no está siendo positiva, una cosa es respetar la diversidad sexual y otra es imponer los criterios personales», opina la actriz en exclusiva para Estampas.


Hace semanas, una bronquitis paralizó durante días los ensayos de Carlota Sosa en Al pie del Támesis, la pieza teatral escrita por el peruano Mario Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura 2010, cuyo reestreno en Caracas está pautado para el 24 de agosto en el Trasnocho Cultural.

La obra reflexiona sobre la amistad suspendida de dos amigos de infancia que, en la etapa adulta, se reencuentran en un hotel de la ciudad de Londres, donde uno de ellos se presenta convertido en mujer. 

Guillermo Cabrera Infante y Esdras Parra
 
Sin especificar, la dama aludida en la historia está inspirada en Esdras Parra, la poeta transexual venezolana que entabló amistad con el escritor cubano Guillermo Cabrera Infante. En ambos personajes gira Al pie del Támesis. En el montaje, Carlota Sosa presta su piel para reflexionar, a veces en forma de soliloquio, sobre la naturaleza humana. 

Aunque la voz de la actriz venezolana suene afectada, su ánimo, por el contrario, está en alza. Una razón parece sobrarle. Es su vuelta a las tablas con su compañero Iván Tamayo y con el director Héctor Manrique, un trío artístico que exhibe, en conjunto o por separado, hojas de trabajos impecables.

Los intérpretes venezolanos escenificaron la misma pieza en 2008, con un éxito inusitado y con la presencia, en una de sus funciones, del laureado escritor hispanoamericano. Quince años después la retoman, en medio de una álgida discusión mundial sobre la identidad de género, tema que confronta las opiniones.
 

Carlota Sosa, Iván Tamayo, Mario Vargas Llosa y Héctor Manrique al final de la presentación del 16 de agosto de 2008, en Caracas 

Para no quedar por fuera del debate, la protagonoista de Al pie del Támesis nos ofrece su punto de vista durante una conversación de largo aliento sostenida con el equipo periodístico de Estampas.

— Se habla del derecho de las minorías, pero no porque alguien sea minoría tiene derecho a imponer un criterio —analiza Carlota Sosa—. Lo que pueden imponer aquellos que se sienten minoría es el respeto por su manera de pensar, sin hacer daño ni intimidar a nadie. Y me refiero a la comunidad sexodiversa.

Carlota Sosa está considerada como una maestra del teatro venezolano. Pero, no siempre fue así. Cuando intentó ser actriz —una vocación que, en su caso, la descubrió a temprana edad— fue rebotada de un casting que organizaba la Universidad Católica Andrés Bello, donde cursaba estudios de Comunicación Social.

Héctor Manrique, Héctor Mayerston y Carlota Sosa en El cuarto de Verónica, un montaje del año 1989

En aquella ocasión, creyó estar dotada para interpretar un rol en La casa de Bernarda Alba, del dramaturgo Federico García Lorca. A la joven inexperta se le ocurrió que podría encarnar a Martirio, la hija odiadora. «Me mandaron bien largo. Es que realmente yo era pésima», se mofa de sí misma con ese humor corrosivo que no siempre le ha permitido zanjar sus desacuerdos en las redes sociales.

—Pero, yo insistí, pedí otra oportunidad y me la dieron —explica la intérprete nacida en Madrid en 1957—. Entonces representé a Martirio pero con acento español, porque ese fue mi acento hasta los 9 años. A los profesores Marcos Reyes Andrade y Virginia Aponte, quienes hacían el casting, les pareció interesante.

De este modo, Ana Carlota Sosa Pietri asumiría su militancia con el arte dramático, el único vestido que ella ha diseñado a su medida.
 
Extensa es su carrera televisiva. En su mayoría, roles de villanas a los que asegura haber construido desde lo caricaturesco. Ese camino de la pequeña pantalla arrancó en 1981.

Ese año, el director Ibrahim Guerra la aplaudió en un montaje del teatro Cadafe y desde ese momento la consideró ideal para un papel en 1810, una miniserie de época producida por Venezolana de Televisión y protagonizada por Amanda Gutiérrez, Ángel Acosta y Héctor Mayerston.

Para ese mismo período se hizo favorita de la audiencia con su papel de Emperatriz, una de las dos hermanastras de La Cenicienta, en la telenovela de VTV protagonizada por Elluz Peraza como Diana. Tania Sarabia sería Reina, una dupla de maldad con Sosa, ambas siendo hijas de la actriz Berta Moncayo como doña Carmela. 
 
Ciertamente, tanto desparpajo actoral no pasó desapercibido. La actriz pasó a ser una necesidad para los guionistas y dramaturgos. Ha intervenido en más de 30 producciones de televisión, con personajes que van desde María Consuelo, en La dueña; Amparo Urguellez, en La dama de rosa; Lucha Briceño, en Por estas calles; o Santa Marbelis, en Válgame Dios. Todos hablan de su versatilidad. Pero, lo que la mueve ahora es conversar sobre Al pie del Támesis.

— La idea de hacer nuevamente el montaje partió de Héctor Manrique —cuenta una emocionada actriz—. Me llamó y me informó que Iván Tamayo se encontraba en Venezuela, que si quería hacer Al pie del Támesis. Yo le dije que con todo gusto.
Serán cuatro funciones. Eso debido a que el actor Iván Tamayo debe marcharse a México, donde está radicado y lo espera un proyecto artístico.

— Estar otra vez con Iván y con Héctor ha sido maravilloso — confiesa Carlota Sosa con el agotamiento de una jornada de ensayos—. Me gusta mucho lo que hacemos, me gusta más que hace 15 años.

— ¿De no ser Iván Tamayo a qué actor llamarías para seguir las presentaciones de Al pie del Támesis? —interrogamos.
— Yo no llamaría a nadie. Sin Iván Tamayo no haría el Támesis; en ese caso, la producción tendría que buscarse a otros actores. Hay una dinámica que logramos Iván y yo que no la alcanzaría con ningún otro actor.

— ¿Por qué te resulta tan específico el talento de Iván Tamayo?
— Aparte de que es muy buen actor y gran amigo, hay una compenetración que ocurrió con nosotros en esta obra en particular que es difícil de reproducir. Es como una magia que ocurre en los actores. A lo mejor nos conectamos demasiado bien con los personajes y con nosotros.


Carlota Sosa e Iván Tamayo en el montaje de Al pie del Támesis en 2008 

— ¿Cuál es la pertinencia temática que le otorgas a la obra Al pie del Támesis?
— En 2008 el público reaccionó fabulosamente, elogió el dilema que plantea la obra. Creo que la pertinencia que tiene ahora es que el cambio de sexo se ha convertido en una discusión recurrente, aunque también se ha frivolizado en unos extremos absurdos. En esta obra se trata con una total seriedad y con el respeto que debería retomarse en la discusión pública, porque no es un tema frívolo, es muy complicado y serio.
 
— ¿Qué quieres decir con que el tema de la transexualidad se ha frivolizado?
— Lo que se considera autopercepción está llevando a muchos a definiciones extremas. Ahora hay personas que les provoca decir que no son personas sino árboles, por ejemplo, y esto es un tema de verdad serio y muy determinante para las personas que han atravesado ese tipo de circunstancias. O que vayan a pasarla. Esta obra lo trata de una forma obviamente anecdótica, porque el tema es de dos amigos y lo que ocurre entre ellos; pero, digamos que el tema en particular se aborda con respeto.

— ¿Hay, entonces, mayor comprensión en este tiempo?
— Es que no estoy muy segura. Creo que hay una imposición sobre la identidad de género que no está siendo positiva, porque una cosa es respetar los derechos y diversidades sexuales y otra es imponer los criterios personales. Cuando las cosas se imponen se revierten como boomerang, porque la gente comienza a sentir que no es su convicción sino la de otros. Eso es parte de la frivolización y es parte de la imposición de la intolerancia. Ahora hay tantas nomenclaturas de géneros y esa exageración ha contribuido a crear reacciones diversas en dos extremos.

— ¿Qué manifestó Mario Vargas Llosa sobre aquel estreno de 2008?
— Aquella vez yo estaba tan nerviosa y emocionada que no me acuerdo, pero sí recuerdo que al año siguiente fuimos a hacer una función benéfica en Bogotá y en esa oportunidad hicimos un ensayo catastrófico ante Vargas Llosa que nos veía solo en primera fila. Es de las cosas más horribles que he vivido como actriz, porque la cara de Vargas Llosa era como preguntándose por qué pusieron a esta actriz.

— ¿Cómo superaste ese momento de vergüenza artística?
— Cumpliendo con la presentación de esa noche. Después de esa función, Vargas Llosa entró emocionado al camerino y nos cargó a Iván Tamayo y a mí como niñitos, y nos dijo que esa era la versión que él quería de su obra. Te puedes imaginar.


Al pie del Támesis (2008), la sexta obra teatral de Mario Vargas Llosa surgió a partir de una historia real que le contó el escritor cubano Guillermo Cabrera Infante 

— La obra también aborda el machismo. ¿Consideras que el machismo es inherente al hombre o, según tu punto de vista, es una cultura que puede desaprenderse?
— Es una cultura que la sociedad puede y debe desaprender. Los hombres de mi vida no son machistas, aunque no por eso pueda decir que el machismo no existe. Creo que mientras más civilizada es la gente, mientras más oportunidad tenga de acceder a la cultura, a la educación, al arte, entonces habrá menos machismo.

— ¿Y por qué sospechas que el machismo no ha podido superarse?
— Solo tienes que ver las noticias para darte cuenta de que el mundo está en retroceso, camina directo a la barbarie en general, hacia las actitudes caudillistas, vivimos un tiempo donde el más popular es quien más alce la voz.

— ¿Hay un atractivo por lo peligrosamente extravagante?
— La gente se está volteando hacia ese extremo. Lo que vale es que tú digas que vas a acabar con todos los que no estén de acuerdo contigo. Es una especie de elogio a la barbarie. Hay un salvajismo, pero no solo en Venezuela, sino en el mundo entero. Pienso que si no nos preocupamos seriamente de lo que sucede estamos paulatinamente regresando a la barbarie.

— Hablando de polaridades, ¿hay para ti diferencias entre macho y hembra?
— Claro que hay diferencias entre macho y hembra, y van más allá de la biología y de la genitalidad. Es inevitable. Yo tengo más amigos varones que hembras y creo que mi coincidencia con los varones es que yo tengo un lado muy fuerte, de mucha independencia; sobre todo, hay unas diferencias muy acentuadas en lo emocional, que también dependen de lo biológico.
 
Carlota Sosa 
 
— ¿Y si haces un balance quién saldría en ventaja?
— No tengo esas cuentas claras. Aunque un hombre pueda ser el mejor padre del mundo, no podrá nunca gestar a un ser humano, como sí puede hacerlo una mujer biológica. Eso establece una diferencia que no puede obviarse, que además no tendrían que ser obviadas. Yo celebro las diferencias emocionales y biológicas y es lo que hace, en mi caso en particular, tan fascinante el contacto con la otra parte de la especie humana.
 
— Hoy se promueve con cierta fuerza el concepto de igualdad. ¿De qué modo lo entiendes tú?
— La igualdad es un término que a mí no me gusta. Absolutamente, nadie es igual a otro, eso es ridículo, eso no existe. Esa pretensión de buscar que todos seamos iguales es lo que yo detesto y que no respeto de las teorías colectivistas.
 
— ¿Encuentras negativo lo colectivo?
— No quiero decir eso. Yo estoy de acuerdo en que somos un colectivo, pero conformado por individuos y nadie puede negar la individualidad. Por ejemplo, tú y yo no somos iguales, lo que ambos sí podemos pretender es que todos tengamos iguales oportunidades para desarrollar los talentos, eso es lo que podemos pelear.

— ¿Te incomodó descubrir, si ese fue tu caso, que el sueldo de los actores suele ser superior al de las actrices?
— La verdad es que nunca me preocupé por ese tema, no me recuerdo pensando en si los hombres ganaban más o ganaban menos.
 
— Pero, esas diferencias son comentadas en el mundo de la televisión.
— Fíjate, cuando yo empecé en la televisión, las personas que ganaban más dinero eran precisamente las mujeres.
 
— ¿Te refieres a casos concretos?
— Al menos, cuando yo entré, Amanda Gutiérrez era la actriz mejor pagada de la televisión venezolana. Pero, mi punto es que yo nunca sentí que yo ganaba menos por el hecho de ser mujer.
 
— ¿Tienes tu propia experiencia sobre la realidad salarial?
— Lo que te puedo decir es que cuando yo trabajaba en Por estas calles, Héctor Mayerston y yo ganábamos la misma cantidad. Yo nunca he sentido esa postura sexista que ocurre en Estados Unidos de basar la discriminación salarial en si eres hombre o mujer. Tengo entendido que Julia Robert gana más que Nicolás Cage. Me tiene harta el feminismo de librito.

— Se sospecha que si alguien se cotiza más alto es porque tiene mayor talento.

— Mi artista plástico favorito es Vincent Van Gogh, y Van Gogh estaba muerto de hambre, pero hoy es el pintor mejor valorado, por encima de Pablo Picasso. Van Gogh pasó a ser el pintor más caro en la historia, porque así después lo determinaron, pero quién determina cuánto vale el trabajo artístico. Y, en ese sentido, no importa si se es hombre o mujer.
 

Carlota Sosa empezó en la televisión en 1981

— ¿Tiene límites la autopercepción para presentarse públicamente como una realidad?
— Por supuesto que tiene límites y los límites los tienen que determinar los psiquiatras. Si yo llegó a tener a una persona a mi lado que se percibe como un árbol yo inmediatamente llamo al psiquiatra para decirle que tengo conmigo a una persona con un problema. Por eso digo que se ha frivolizado eso de la autopercepción, es como si yo me autopercibo como premio Nobel de Física. Eso es imposible, no tiene nada que ver conmigo, no tiene que ver con mi realidad.

— En las redes sociales fue muy fustigada tu posición de apoyo a Hilda Abrahamz, cuando tu colega actriz invalidó la participación de mujeres trans en los concursos de belleza.

— Sobre esa participación de mujeres trans yo me reservo mi opinión, decido hacerlo esta vez. Yo nunca dije que estaba de acuerdo o en desacuerdo con Hilda. En todo caso, lo que sigo defendiendo es que Hilda tiene todo el derecho de opinar y de pensar como quiera sin necesidad de recibir los insultos que recibió.

— ¿Temes que activistas LGBT boicoteen Al pie del Támesis?
— Pueden ir con todas las banderas que quieran, pueden hacer lo que les dé la gana. Yo les diría como les he dicho a las personas, que me ha pasado, cuando les suena el celular en medio de una función teatral: «Atiende el teléfono, que luego yo sigo».
 
— ¿Y cómo enfrentarías a quienes luchan por la reivindicación de su identidad sexual?
— Si se aparecen con pancartas lo más seguro es que sean sacados por el personal de seguridad, porque no tienen derecho a protestar por una opinión que no he emitido. En lo único que sí me pronuncié en redes sociales fue cuando alguien dijo que yo no podía interpretar a una mujer trans porque yo no soy una mujer trans. Es decir, pregunto, ¿para interpretar a una asesina en serie yo debo convertirme en una asesina en serie? Creo que se están desvirtuando las cosas. Si ese es el caso, entonces si quieren poner 30 pancartas me importaría tres pepinos.

— En cuanto a su personaje de abogado homosexual en Filadelfia, por el cual ganó un Oscar, Tom Hanks asegura que interpretarlo ahora sería incorrecto porque él no es un actor homosexual.
 
— Ahí sí levanto mi voz. Los actores somos actores y de eso se trata, interpretamos personajes que no somos nosotros. Esas son necedades que no tienen nombre alguno. Habría que protestar a un actor si su interpretación fue un desastre. Estamos llegando a unos niveles de estupidez que yo particularmente no los acepto. 

— ¿Qué celebra Carlota Sosa de lo masculino?
— Hay demasiadas cosas para celebrar a los hombres. Primero, que uno puede tener hijos gracias a ellos; al menos, de la manera tradicional. Yo me he relacionado con hombres educados, caballerosos, agradables, hombres que tienen una gran conciencia de su lado femenino. Entonces no he tenido, gracias a Dios, experiencias con machistas y abusadores, aunque he sabido de casos desagradables. A mí no me han tocado de cerca. Lo masculino de mi entorno me encanta, no podría vivir sin mi contraparte masculina.
 
— ¿Y qué celebras del mundo femenino?
— Celebro la femineidad, pero como debe entenderse, no como una necedad como ponerse lacitos o como una Barbie.

— ¿Alguna vez jugaste con la muñeca Barbie?
— Sí jugué, pero a mi manera. La cosa es que me escondía para que nadie viera, porque yo ponía a la Barbie a darse besitos y a hacer cositas con Ken —esta vez Carlota Sosa provoca la risa en medio del diálogo—. Pero, digamos que la femineidad es un privilegio, es una maravilla, es una sensación, es una emoción, es una vitalidad.

— ¿Ha habido mujeres importantes en tu entorno?
— Muchas, empezando por mi madre, de quien aprendí que no hacía falta insultar a los hombres para ser una mujer vergataria, como decimos en Venezuela. Yo tengo mucho respeto por esa verdadera femineidad.

— ¿Y qué es lo más convencional que tienes como madre?
— Creo que estar todo el tiempo pendiente de mis dos hijos varones, metiéndome en sus vidas. A veces me pongo fastidiosa. Eso sería lo más tradicional. Básicamente soy respetuosa de ellos y de sus decisiones.

— ¿Te percibes a ti misma como una esposa tradicional?
— Yo soy un desastre como esposa, es más, como esposa no tengo nada tradicional, mi marido se ocupa de todos mis desastres. Quizá lo más tradicional es que soy meticulosa con mi casa, me gusta que mi casa esté impecable, que todo funcione bien y que no haya nada de desorden.

— ¿Cómo te sientes ante el inminente estreno?
— Me siento nerviosa, como si fuese la primera vez que voy a subir a un teatro. Los nervios no desaparecen y eso está bien.


Carlota Sosa y su esposo, el actor Rafael Romero

— ¿La presencia como espectador de tu esposo, el actor Rafael Romero, acentúa tus nervios o te calma?
— Él va a estar y, aunque eso no me pone tensa, reconozco que a veces su presencia como público me preocupa porque es el crítico más duro que tengo.

— Cuando te conviertes en Raquelita, en Al pie del Támesis, ¿lo haces pensándote como mujer biológica o como mujer transexual?
Al pie del Támesis es una historia lindísima de amor y de amistad. A Raquelita la interpreto como una mujer, pero en mi imaginación paso por todo su proceso de cambio de sexo y en todo aquello que pudo haber vivido para llegar a esa transición.

— ¿La gestualidad de Raquelita la proyectas como una mujer en quien antes habitó un hombre?
— Yo no quise ponerle manierismos ni cosas extrañas. Tal vez lo hice así porque es lo que he visto en la mayoría de las mujeres transexuales. Lo que puedo asegurarte es que la gestualidad de Raquelita es más femenina de la que yo misma tengo.

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