Una idea sencilla puede cambiar el mundo
La historia muestra cientos de ejemplos sobre la fuerza de lo simple. A veces no hay que darse de cabeza contra la pared para innovar. Lo que funciona para muchos inventores es revisar el modo como miramos una verdad que se da por inamovible

ESTAMPAS

28/02/2021 05:00 am



Marsolaire Quintana (*)


Una idea simple es realmente poderosa. La mayoría de las personas entiende las principales diferencias entre el primer y tercer mundo. Incluso, tiene muy en claro que, entre ambos mundos, existe una enorme brecha de desigualdad social e inequidad económica. Dentro de ese enorme espacio hay problemas elementales que no se han sabido resolver.

Esos problemas siempre han estado presentes en la vida y desarrollo humano. Sin embargo, mientras una sociedad esté más motivada para los procesos creativos, más soluciones y respuestas tendrán para resolver por sí misma sus necesidades.

Algunas ideas cambiaron al mundo de manera definitiva y mejoraron la calidad de vida de las personas. La mayoría de esas ideas no fueron estrambóticas o requirieron de una inversión considerable de recursos. Una de ellas transformó de modo definitivo a la humanidad hace menos de 200 años.


Fotografía Kelly Lacy

Resistencia a lavarse las manos
Lavarse adecuadamente las manos es esa idea simple. Hoy, en plena pandemia, es asunto de vida o muerte y la gente lo ha entendido. Pero no siempre fue así. El médico húngaro Ignaz Philipp Semmelweis (1818-1865) la impulsó como medida para prevenir la muerte de las parturientas por sepsis puerperal.

En 1847 Semmelweis propuso a los obstetras y enfermeras lavarse las manos con una solución de hipoclorito cálcico y no sólo con agua y jabón. Esto evitaría la mortalidad por contaminación con las denominadas partículas cadavéricas, tal como le sucedió a un colega suyo tras practicar una autopsia.

Su idea fue resistida y combatida por el contexto científico, al punto de echarlo del hospital vienés en donde trabajaba. Los médicos se habían resistido por miedo a que los acusaran de provocar la muerte a sus pacientes. Sólo se le dio la razón tras los descubrimientos de Louis Pasteur dos décadas más tarde, en el área de la microbiología, sobre los gérmenes como causantes de las enfermedades.

El aporte de Semmelweis fue vital para disminuir la mortalidad puerperal. El hecho de que no haya sido aceptado de inmediato se explica por la resistencia de las personas a creer que una idea simple pueda solucionar un problema grave.


Fotografía Nishant Aneja

Elevarse con seguridad
El ascensor es un medio de transporte poco estudiado, pero los primeros elevadores modernos, dispuestos en edificios altos situados en ciudades estadounidenses, eran peligrosos. La idea que hizo catapultar de una vez por todas al ascensor dentro del sistema de construcción de rascacielos la tuvo Elisha Graves Otis (1811-1861). Él era fabricante de ascensores, pero en 1852 inventó un dispositivo de seguridad que evitaba la caída en caso de rotura del cable de sujeción.

Así se impedía que el ascensor se estrellara contra el suelo de la planta baja en caso de accidente. El invento fue mostrado en 1854 y tres años más tarde, fue instalado el primer ascensor de personas en un edificio neoyorkino con este dispositivo.

La idea de Otis revolucionó, por así decirlo, la industria de la construcción de rascacielos. Hoy en día se da por sentado que sin ascensores sería imposible ocuparlos para vivir o trabajar. Lo que constituyó un pequeño proyecto local para resguardar la vida permitió surgir otro concepto de urbe que, si bien tiene sus detractores, también a sus acólitos.

(*) Marsolaire Quintana 
Es escritora y experta en comunicación corporativa

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