Otra mirada sobre la muerte
La teoría Junguiana nos invita a deliberar sobre el tema como el objetivo: «la gran aventura que yace por delante», y no como algo de lo cual se debe huir. Cada uno en el silencio de sus propias reflexiones encontrará su respuesta

ESTAMPAS

17/09/2021 06:00 pm



Rebeca Jiménez

En los dos últimos meses los casos de Covid 19 cada vez son más cercanos a nuestro entorno afectivo, esta cercanía nos invita a seguir reflexionando sobre este confuso tema; el duelo ya tratado en otro de mis artículos, es sólo uno de esos aspectos. El contexto de la muerte en estos tiempos nos obliga a hablar de ella, a dirigir una mirada más profunda e igual realista a este tema tan incómodo y doloroso. Nuestra mente consciente necesita los conceptos de espacio y tiempo para darle ubicación al cuerpo físico, al YO; pero la gran verdad que reside en el inconsciente es atemporal. Para millones de seres humanos la vida comienza y termina en el aspecto físico, de allí, que esta pandemia tiene desolada emocionalmente a la humanidad.

 
Existe una terrible característica en las frecuentes e innumerables muertes por Covid 19 y es que están signadas por la soledad, por el aislamiento de los enfermos, y por la tristeza de no poder abrazar a los seres queridos. Sin una verdadera e íntima despedida se profundiza el dolor y el miedo. En estos momentos de la historia, hasta los ritos fúnebres diseñados en cada cultura para darle significado al momento han sido sustituidos por protocolos epidemiológicos.
 
La muerte es una ruptura que se produce en el desarrollo del hombre vivo y esto es incomprensible en sí mismo, el evento naturalmente está inmerso en la cultura de cada grupo social y desde allí se da respuesta a tan inmenso evento. El enfrentarse a la muerte es, quizá, la realidad más dura para el ser humano, ya sea la de un ser querido o la propia. Frente a este acontecimiento, el hombre se hace preguntas y la única respuesta posible es que no hay escapatoria, la muerte es irreversible.

En el psicoanálisis junguiano existen dos fuerzas con carácter instintivo y arquetipal simultáneamente, TANATOS (muerte) y EROS (vida) ambos son parte del inconsciente colectivo y cuando reflexiono sobre ellos juntos los integro al sentido de finitud humana que de inmediato nos debería llevar a preguntarnos sobre el propósito de nuestra vida, transportándonos siempre y decididamente a nuestro modo de comprender y de valorar la vida, siempre nos lleva de la mano a la transformación.

Esta pandemia nos ha colocado ante una realidad para enfrentar el asombro y el espanto, pero que también nos rescata de las complejidades de una humanidad egoísta y superficial. Para Jung «Hay partes de la psique que no están limitadas al tiempo y al espacio», por lo cual no podemos estar seguros de que la muerte sea el final. La palabra psique se origina etimológicamente del griego ψυχή, psyché «alma humana» y designa la fuerza vital del individuo, que permanece unida a su cuerpo durante la vida y se desliga de este tras su muerte.
 
Es concebible entonces que la psique siga existiendo en alguna forma de vida más allá del tiempo y el espacio. Esto está relacionado con la teoría Junguiana que nos invita a deliberar sobre la muerte como el objetivo: «la gran aventura que yace por delante», y no como algo de lo cual se debe huir.
 
Existe, aparentemente, un instinto de supervivencia inconsciente que hace que el hombre crea que su existencia prosigue más allá de la muerte. Esto no prueba que exista la vida después de la muerte, pero sí revela que la creencia tiene una función que parece estar en equilibrio con la naturaleza y en estos días donde la posibilidad de enfermar y morir es más tangible, esta verdad adquiere mayor importancia. Cada uno en el silencio de sus propias reflexiones encontrará su respuesta.

«Aquel que cura el alma es más grande que aquel que solo cura el cuerpo».

PARECELSO 
Alquimista, médico y astrólogo suizo
1530


Rebeca Jiménez
Instagram: @doctorarebeca