Nos pasamos la vida presionados por el entorno. Nos presionan para tener novio, luego para casarnos porque si no “te quedarás para vestir santos”; luego los hijos y la cosa no acaba allí porque hay que tener la parejita; además de la casa, el perro, las vacaciones para Disney... Y así una extensa lista de requisitos solicitados por la bien llamada “sociedad”.

La sociedad se preocupa demasiado por dirigir la vida del prójimo, pero muy poco se le ha enseñado a empatizar. Por ello “¿los hijos para cuándo?” es una pregunta tan habitual que no creo que exista mujer en edad fértil que no la haya tenido que responder al menos una vez en su vida.

Y aquí es donde me pregunto: ¿Alguien se ha detenido a pensar en lo que implica esta frase? ¿Conocen que hay parejas a las que les cuesta 2, 3, 4, 5 o 9 años tener un bebé? ¿Sabían que hay parejas que finalmente no lo logran? ¿Han imaginado el desgaste físico y emocional que eso supone? Mes tras mes, viendo cómo el tiempo juega en contra, cómo las posibilidades se escapan de las manos. Desde este lado quiero impulsar menos juicios y más empatía. 

Nadie nos prepara para ser padres, pero mucho menos para las dificultades que se pueden presentar al intentar serlo. Y se dan por sentadas tantas cosas. Se cree que para todos resulta sencillo lograr un embarazo, que juzgamos que si aún no lo tenemos es porque no se ha querido, sin imaginar el camino que la pareja está recorriendo en silencio. Sí, en silencio. Porque la sociedad también nos enseñó que solo hablamos de éxitos y no de fracasos. Tampoco nos prepararon para entender que no concebir de manera sencilla, es un proceso que se vive sola y en silencio.

Cada día son más las parejas que atraviesan la dura travesía de presentar dificultades para concebir, y aun estando en pleno siglo XXI todavía es un tema tabú del que nadie habla, nadie comenta, y frente al que pocos saben reaccionar. 

La sociedad debería entender lo que significa para una pareja querer y no poder. El camino sería mucho más sencillo para quienes nos ha tocado este transitar si existieran más personas entendiendo la realidad del otro sin juzgar por lo que presupone sin saber.

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