Nunca jamás Chernóbil
A 34 años de la tragedia los defensores de la energía nuclear buscan medidas que minimicen los riesgos mientras los grupos ecologistas insisten en el uso de fuentes alternativas

GILBERTO CARREÑO

26/04/2020 05:00 am



Concebido como el episodio más grave en la historia mundial de la industria nuclear civil y de mayor afectación ambiental con exposición de la población a la radiación y materiales tóxicos, la explosión en la central nuclear de Chernóbil, ocurrido el 26 abril de 1986 en el territorio de la antigua Unión Soviética hoy conocido como Ucrania, figura entre las fechas instituidas como memorables por la Organización de las Naciones Unidas, para recordar lo que nunca jamás debe olvidar la humanidad, en un sentido aleccionador, para asegurarnos de que no se repita una situación similar en ningún otro lugar y atender a los seres que aún hoy después de 31 años siguen padeciendo su horror.


Por decisión de la Asamblea General de la ONU del 8 de diciembre de 2016, fue acordada la conmemoración cada año del Día Internacional del Desastre de Chernóbil, para no olvidar la fecha de la tragedia que conmovió a la opinión pública mundial tras el estallido en el reactor No. 4 de la planta nuclear que venía funcionado en Prípiat, una localidad hoy considerada como “ciudad fantasma”, declarada zona de exclusión, al norte de Ucrania en la región de Kiev, cercana a la frontera con Bielorrusia.

De acuerdo con los reportes de la época la tragedia se inició por causa de un sobrecalentamiento descontrolado en el núcleo del reactor que generaría su violento derretimiento, lo cual permitió liberar una radiación que causó la muerte de más de 4.000 personas, la evacuación inmediata de alrededor de 135.000 habitantes del poblado de Prípiat y enfermedades a otros cientos de miles debido a la exposición a radiaciones ionizantes y tóxicas. La radiación se llegó a estimar entonces en 500 veces mayor a la provocada por la bomba atómica lanzada en Hiroshima.

La Premio Nobel de Literatura 2015, Svetlana Alexévich, recuerda con su libro Voces de Chernóbyl a trabajadores que, según afirma, fueron llevados bajo engaño a la central para unirse a los equipos que intentaban controlar la emergencia. La mayoría de los análisis sobre el hecho apuntan hacia errores en los que pudieron haberse incurrido en el manejo de la planta. Y en la lectura de la obra de Alexévich, llevada al cine, puede llegarse a la conclusión de que “su verdadero valor no radica en presentarnos ‘un accidente’, sino un crimen; no una conjunción desafortunada de fatalidades, sino una perversa acumulación de omisiones, silencios, errores y desmedidas miserias humanas”, de acuerdo con la interpretación del crítico de arte Ariel González.

Desde 1986, la zona de exclusión de 30 kilómetros alrededor de la planta permanece inhabitable y, pese a ello, de acuerdo con el informe que presentaba la Organización Mundial de la Salud para el año 2006, más de cinco millones de personas vivían todavía en las regiones de Belorrusia, Federación de Rusia y Ucrania, adyacentes al área del desastre, contaminadas por el accidente y expuestas a los materiales radiactivos y tóxicos. 

Según la OMS, al igual que la ONU, gran parte de sus pobladores aún hoy sufren severas afectaciones de salud, especialmente de cáncer de tiroides, además de altos niveles de ansiedad y múltiples trastornos inexplicables junto con una salud débil.

El temor a la repetición y sus enseñanzas
Hoy, a los 34 años de la tragedia, el temor sobre la repetición de un hecho similar sigue vivo, pues aunque en términos generales la industria de la energía nuclear se desempeñe dentro de un máximo de secreto de su actividad, siempre se conoce que accidentes de menor relevancia siguen ocurriendo en plantas similares. El más reciente y de mayor importancia se ubica en Fukushima, en Japón, demostrando que la seguridad de la energía nuclear sigue siendo un problema por resolver.

Instituciones como el Instituto EHT de Zurich, Suiza, y la Universidad de Aarhus, de Dinamarca, entre otras, han recopilado una inmensa lista de accidentes factibles en la industria nuclear, y con base a ella han llegado a la conclusión de que existe la posibilidad de que ocurran otros accidentes similares a los de Chernóbil y Fukushima en el futuro.

Destaca como dilema la importancia que como fuente de energía masiva va adquiriendo la energía nuclear en la proporción en que crece la población mundial. En ese sentido sus defensores trabajan arduamente en la búsqueda de medidas que minimicen los riesgos operacionales y en la generación de recomendaciones de prevención a las poblaciones, En el otro extremo está la posición de los grupos ecologistas, y entre ellos destaca Greenpeace, que insisten en la utilización de fuentes alternativas, especialmente las centradas en el uso de recursos naturales inagotables como el aire y el sol. 

Queda claro para la humanidad que la experiencia vivida con los accidentes nucleares hasta ahora conocidos, obliga a una posición de nunca jamás su repetición en ningún lugar del mundo, y para ello el estado de alerta debe ser permanente en cada ciudadano.


Foto Dana Sacchetti / OIEA


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