No podemos confundir excelencia con perfección. La primera consiste en realizar nuestro mejor esfuerzo para llevar a cabo una tarea o un proyecto, sin perder de vista el manejo del tiempo, de nuestra energía, el trabajo que necesitamos hacer y los detalles que nos permitan hacerlo con responsabilidad, atención y eficiencia. La búsqueda de la perfección, por el contrario, en la mayoría de los casos nos lleva a no terminar, a no entregar a tiempo, para dar por terminado una tarea, un trabajo o un proyecto.

El perfeccionismo también nos puede llevar a convertirnos en un juez implacable de nosotros mismos y de los demás. Nos hace exigentes, demandantes, críticos, incapaces de aceptar las diferencias personales. Puede llegar a poner en riesgo el bienestar de la relación que compartimos con ellos, y nuestra salud mental y emocional.

Dejemos de vernos y de exigirnos como si fuésemos un súper hombre o una súper mujer. Debemos permitirnos reconocer y aceptar nuestras limitaciones y errores, para que podamos superarlos y aprender de ellos, haciéndolos parte de nuestro proceso personal de crecer, aprender y conseguir el éxito.

Ajustar las Expectativas. Tener expectativas muy altas nos llena de estrés, ansiedad y frustración. Comencemos por comprobar la factibilidad de ver satisfechas nuestras expectativas, tomando en consideración todos los elementos que intervienen en el éxito del proyecto, además del tiempo que tomará reunirlos, ponernos de acuerdo y hacer lo necesario para obtener el resultado que buscamos.

Evitar compararnos con los demás. Tengamos presente, que más importante que lo que los demás piensen de nosotros, es lo que creamos de nosotros mismos. Cada vez que nos comparamos con los demás o queremos parecernos a otra persona, ponemos en riesgo nuestra identidad, nuestra capacidad y posibilidad de conseguir con éxito lo que buscamos.

Reconocer los errores y Aprender de ellos. Recordemos que los errores y los fracasos se convierten en maestros de vida cuando los aceptamos. Mostrémonos dispuestos a aprender, a corregir y a hacer los cambios necesarios para conseguir lo que buscamos sin sentirnos fracasados. No permitamos que la vergüenza, el desánimo o la frustración se apoderen de nosotros, no necesitamos mostrarle a otros cuánto valemos. Simplemente tomemos responsabilidad sobre la situación para que podamos enfrentarla y resolverla de la mejor manera.

Aceptar lo que está fuera de nuestro control. A muchas personas les sucede que al no respetar los límites naturales del control sobre otros o sobre las circunstancias de la vida se sienten frustrados, agobiados, estresados y desanimados. Las personas con una gran necesidad de control son demasiado perfeccionistas y exigentes consigo mismo y con los demás. Incluso, a veces, pueden pasar por alto los sentimientos de otras personas.

Cada quien tiene su punto de vista. Todos tenemos derecho a discutir sanamente y a pensar de una forma diferente, pero, no podemos olvidar, la importancia que tiene buscar el entendimiento y la conciliación, a pesar de nuestras diferencias personales. Recuerda que no vives solo en el mundo, que lo compartes con muchas personas, con actitudes, hábitos, comportamientos y puntos de vista diferentes a los tuyos, pero que buscan lo mismo que tú, vivir en paz y en armonía. Aprende a ser paciente.