¡No eres su mamá!
Sé que este título incomoda, pero no te alarmes, te lo explicaré, mujer. A veces, sin darnos cuenta y sin necesariamente ser madres, adoptamos conductas parentalizadas con nuestras parejas, hermanos, amigos y padres

ATENEA ANCA

14/05/2021 06:00 pm



Sí, a veces podrías estar haciendo esto y hoy quiero explicarte cómo darte cuenta y porqué debes dejar de hacerlo por el bien de todos.
Cuando te posicionas como la madre de alguien ya adulto, de manera automática anulas su capacidad de resolver su vida. Con esto no quiero decir que no debemos ayudar a nuestros seres queridos, pero debemos hacerlo desde la posición correcta: de adulto a adulto, en lugar de madre a hijo adoptivo. Si un adulto se acerca a pedirte ayuda en algo específico, podrás dar todo tu buen corazón e intenciones para apoyarlo. Pero no intentes saltarte el paso en donde eres contactada para ayudar. Y si ves a alguien en aprietos, pues bastará con preguntar: ¿cómo puedo ayudarte?

Te dejo algunas ideas que podrían ayudarte a identificar cuándo estás siendo la mamá de alguien que no es tu hijo. Intentas ser su madre cuando:
1. Le dices a un adulto lo que debe hacer y cómo hacerlo.
2. Criticas el estilo de un adulto que ha decidido actuar de esa manera.
3. Decides por la persona sin consultar su opinión, estando involucrado en la situación a decidir.
4. Le resuelves las situaciones problemáticas que se le presentan, sin que te lo pida directamente, sino que surges como la salvadora.
5. Intentas educar, aleccionar, castigar y recompensar a esa persona.
6. Le gritas como cuando te gritaban a ti de pequeña.
7. Sientes que es menos capaz que tú.

Una de las bases de las relaciones adultas es la repartición equitativa del poder. Ninguno debería de tener más poder que el otro. Por supuesto, zapatero a su zapato. En temas de tecnología y viajes, yo dejo que mi esposo decida porque claramente tiene más conocimiento que yo, sin embargo, él me consulta si estoy de acuerdo y yo torpemente intento comprender sus motivos. Nada debería ser impuesto.
 

Deja que tu pareja tome decisiones. Fotografía Freepik
 
Si una decisión de mi pareja no me agrada, pero no me involucra, debo dejar que se sienta adulto y libre de decidir, o de lo contrario, le corto su capacidad de ser adulto. Si algo realmente me preocupa, puedo aproximarme y, en lugar de juzgarle, preguntarle muchas cosas para entender su razonamiento, e incluso, puedo expresarle mi preocupación, pero hasta ahí.

Es importante entender que las relaciones adultas son sanas y libres de pensamiento. Si no quiero lidiar con la forma de pensar de esta persona, es mejor que me aleje. Pero anular a esa persona con la excusa de quererlo mucho, es algo insano para todos los involucrados.
 
Sé que no es fácil dejar de tener estas conductas maternales con hijos ajenos, pero el primer gran paso siempre será darte cuenta. Te invito a preguntarte si haces algo de lo que has leído y que revises no sólo tu relación de pareja sino las relaciones familiares, laborales y sociales.


Dale la oportunidad de decir cómo ayudarlo. Fotografía Cookie Studio Freepik

Una vez aprendas a darte cuenta, será más fácil cambiarlo. Empieza por replantear tu argumento con la persona, sí, aunque suene que te contradices. Puedes disculparte y hacerlo correctamente. Así estás entrenando a tu cerebro para tener un estilo comunicacional adulto y le dejas claro a esa persona que te esfuerzas por tener una dinámica diferente. Poco a poco y realmente poniéndole intención a este cambio, te irás dando cuenta de tu error más rápido, hasta que un día te encontrarás pensando incorrectamente antes de hablar y podrás cambiarlo sin que la otra persona se dé cuenta.
Eso sí, la constancia es vital para lograr este objetivo.

Toma en cuenta que puedes evitar dos reacciones desagradables en esos “hijos” que adoptas sin querer si logras implementar este cambio: (1) los hijos sumisos, incapaces de decidir, inseguros y dependientes; (2) los hijos rebeldes, molestos, agresivos y reactivos cual adolescente que intentan normar. Cómo ves, nada de esto es sano y está en tus manos poder cambiarlo.

Finalmente, querida lectora, te digo que todas estas palabras aplican para tus verdaderos hijos una vez sean adultos. Sí, si ya son adultos, tendrán criterio y deberás respetarlo. Ya los criaste y seguramente lo hiciste bien, así que: ¡déjalos volar!

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