¿Alguna vez te has encontrado en la situación de querer conversar con alguien que en realidad no está interesado en escuchar tus ideas o puntos de vista, y que por más esfuerzos que haces para aclarar tus planteamientos, más insiste en anteponer los suyos, con la intención de convencerte o de invalidar los tuyos?
Es importante que aprendamos a comunicarnos asertivamente, empezando por entender que la comunicación la componen dos grandes elementos: hablar y escuchar. Sin ellos no lograremos realmente llegar a la otra persona para producir un intercambio sano de ideas, sentimientos y puntos de vista diferentes, con la intención de compartir, intercambiar o solucionar cualquier diferencia o conflicto entre los hablantes.
Para algunos es más sencillo hablar que escuchar. De forma espontánea expresan sus ideas, muchas veces sin darle al otro cabida en la supuesta conversación, que termina convirtiéndose en una especie de monólogo, dejando por fuera a los otros interlocutores. Generalmente estas personas no tienen la apertura ni la disposición necesarias para escuchar y considerar las ideas o los comentarios de los demás, atribuyéndose en la mayoría de los casos el poder de la razón y del conocimiento en el tema de conversación.
Escuchar con calma y atención en realidad no significa invalidar nuestros argumentos para darle la razón absoluta a los demás. Más bien implica compartir el espacio necesario entre ambos para expresar o aclarar nuestras ideas y para elegir la mejor manera de responder, con la intención de mantener la conversación con la otra persona, mostrándonos sinceramente interesados en conocer su opinión y su punto de vista.
La comunicación es un arte que podemos aprender a perfeccionar con la intención de mejorar nuestra relación con las otras personas, en especial con nuestros seres queridos. Solo si somos capaces de expresar lo que pensamos y sentimos, sin vulnerar el espacio personal de los demás, con el respeto y la claridad necesaria, conseguiremos conocernos mejor y disfrutar de una relación sana y compartida de intercambio e intimidad.
Las herramientas necesarias
Pensar antes de hablar. Antes de expresar lo primero que llegue a tu mente, tómate el tiempo necesario para pensar lo que vas a decir, y de qué manera esto pudiera afectar la conversación o la relación con la otra persona. Aclarar tus ideas antes puede ayudarte a expresar lo que piensas de una mejor manera.
Evitar las discusiones que no llevan a ninguna parte. Cuando veas que la conversación está tomando un giro inesperado hacia un enfrentamiento o una discusión seria, detente, respira profundo, recupera la calma y no te dejes alterar emocionalmente por los comentarios o las expresiones de la otra persona. Es preferible dejar la conversación para otro momento, con el ánimo de aclarar, resolver o conciliar las diferencias o los desacuerdos.
Practicar la escucha atenta. Esto significa prestar atención y mostrar interés mientras la otra persona se comunica con nosotros, sin interrumpir, con un silencio atento, acompañado por una buena expresión corporal, de manera que sienta nuestro interés en su conversación. Muchas veces el solo hecho de poder expresar nuestras emociones, sentimientos e ideas en un espacio de confianza, nos hace sentir apreciados, tomados en cuenta y además nos ayuda a recuperar la claridad que pudiéramos necesitar. Prestar atención es sinónimo de amor.
Practicar la empatía. Todos necesitamos sentirnos comprendidos y aceptados por otras personas, y para conseguirlo es importante aprender a reconocer y aceptar las diferencias personales, a ser más pacientes y tolerantes con ellas, entendiendo que en el derecho que tenemos a expresarnos con nuestras diferencias está implícito el derecho que también tienen los demás de hacerlo.
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