Uno de los grandes enemigos de la paz interior es permanecer con nuestra atención en el pasado, recordando y sufriendo por lo que pasó, y aun cuando sabemos que no podemos cambiarlo, insistimos en darle vueltas una y otra vez en la mente, como si pudiéramos hacerlo. Pero también lo es mantenernos pensando en lo que ocurrirá en el futuro, imaginándolo de la peor manera posible, llenos de estrés, ansiedad y temor.
Es importante conservar nuestra atención en el presente porque ello nos permitirá recuperar la calma, poner atención en cada cosa que hagamos, reconocer los detalles y las oportunidades, además de poder abrirnos a un mejor conocimiento de nosotros mismos, de los demás y de la vida.
Canalizar el estrés y la ansiedad. La práctica de la meditación, que nos conecta con el aquí y ahora, nos hace conscientes de estar vivos y del regalo que eso significa, serena nuestras emociones y tranquiliza nuestros pensamientos, permitiéndonos recuperar la paz y la conexión con la Divinidad en nuestro interior. Al igual que la práctica de la oración consciente que nos conecta con la presencia de la Divinidad dentro de nosotros, haciéndonos sentir paz, fortaleza y confianza.
Practicar el perdón y la reconciliación. Las situaciones difíciles del pasado que no hemos logrado superar siguen afectándonos, emocional y mentalmente, a través del recuerdo constante de ellas. Cuando perdonamos desde el corazón logramos liberarnos de las emociones y los pensamientos asociados a esos recuerdos, dándonos la oportunidad de pasar la página para dejarlos atrás, aprender de esas experiencias para protegernos y no repetirlas, además de poder llenar nuestro espacio interior con pensamientos y sentimientos buenos, positivos y agradables que nos inspiren a sentirnos en paz.
Dar lo mejor. Compartir con otros lo mejor de nosotros, con el puro deseo de hacerlo y sin esperar recibir algo a cambio, es una fuente de paz y bienestar. Podemos convertirnos en esa persona que con una frase amable, positiva y entusiasta suavice la vida de otra persona; que con un gesto amable o un comportamiento solidario le devuelva la esperanza y la confianza en el género humano. Hacerlo nos devolverá la paz y potenciará nuestro bienestar.
Revisar las expectativas. Muchas veces la causa del estrés y la ansiedad que podemos experimentar es un exceso de expectativas que, si resultan fallidas porque no logramos cumplirlas, nos llenan de frustración y pesimismo, perdiendo la capacidad de aceptar lo sucedido de forma objetiva y positiva. Reconocer y potenciar lo positivo que también está presente en cada situación, aunque no suceda lo que esperábamos, hará que nos sea más sencillo aceptar y manejar lo inesperado. Ajusta tu nivel de exigencia, suaviza la rigidez y gana un poco de flexibilidad y paz.
Reconocer y aceptar las diferencias. Aceptar y respetar los diferentes puntos de vista, resaltando los elementos positivos y afines que puedan aportarnos, hará que nos sea más fácil mantener una buena relación con los demás. Cuando somos capaces de colocarnos en el lugar de otros podemos conocerlos mejor, elevarnos por encima de nuestras diferencias para reconocer las semejanzas y la afinidad que existe entre ellos y nosotros, de manera que podamos acercarnos para compartir. A través de la empatía podemos aprender a convivir con nuestras diferencias.
Valorar y agradecer lo que tienes. El que podamos experimentar el sentimiento de gratitud es el resultado de estar en armonía con nosotros mismos, con las personas con las que compartimos y con la vida. Abrirnos a reconocer y disfrutar todo lo bueno, especial y positivo que ocurre en nuestra vida cada día, comenzando por el regalo de estar vivos hoy, nos llevará a sentir gratitud en nuestro corazón por el gesto amable de un amigo, por la ayuda que nos brinda un desconocido, por el amor y el apoyo que recibimos de la pareja, de la familia o de los amigos, por tener unos hijos especiales, y por tener lo que necesitamos para mantener nuestro bienestar, hará que nos sintamos en paz, alegres y contentos con la vida.
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