Navegar con las estrellas hizo famosos a los margariteños
No sorprende ver a un nieto de Chico Mata en la tripulación de un crucero de Royal Caribbean ni saber que Edgar Marín es feliz levando anclas en Galveston. Ser marineros lo llevan en la sangre

EVARISTO MARÍN

08/12/2019 05:00 am



Diestros con sus barcos y ojo avizor con el oleaje y los comportamientos del viento, los margariteños no juegan con las tempestades, aprenden a enfrentarlas. Familiarizarse con la Osa Mayor y todas las estrellas del firmamento y guiar sus embarcaciones a buen puerto, fue siempre para ellos lo más importante. Conocer de brújulas y sextantes es lo primero.

Cleto Quijada, encuellador de Oficina 1, pozo con el cual comenzó la explotación petrolera en El Tigre de Anzoátegui, aprendió los primeros secretos del mar encendiéndole el cachimbo a su abuelo Bruno Mata, en la playa de Pedro González. ”Muy viejo y casi ciego, Cambruno, como lo llamábamos sus nietos, podía fijar el rumbo de una embarcación con solo oír de los tripulantes la ubicación de las estrellas” enfatizaba.

En la época del computador y del tiempo meteorológico visualizable en Internet, con audios y cámaras de video hasta en los teléfonos, todo eso es pasado. La capacidad digital para comunicaciones nítidas y al instante de un extremo a otro del mundo, es asombrosa. Todo ha cambiado en la navegación y seguridad en el mar. La madera es adorno. Lo moderno es el barco de fibra y, en grandes buques, el acero.

Darío Sánchez, quien forma parte de la tripulación de la gran flota de Royal Caribbean, se vale de una diminuta computadora para conectarse con los tableros de la sala de mando, desde cualquier parte del barco. Nada falta en esos gigantes del mar con 2.000 tripulantes y hasta 6.000 pasajeros en sus camarotes. Espectáculos, exquisita gastronomía. Su diversión flotante se desplaza por los grandes puertos del mundo. Sánchez recuerda con orgullo a su abuelo margariteño, Chico Mata Estaba. "Oyendo las historias de mi abuelo y de sus barcos, comencé a sentirme marino desde muchacho".

Edgar Marín, tan feliz como en Pedro González, con su valero en Galveston  

Navegar buques tan grandes o más grandes y colosales que el Titanic, es algo de muy alta responsabilidad. Sánchez habla cinco idiomas y se ha especializado en seguridad marítima. “La gente debe sentirse divertida y segura a bordo”.

Otro venezolano, Edgar Marín, descendiente de Cantico Mata y de otros connotados navegantes, se confiesa muy feliz con su velero deportivo de 38 pies. Diseñado por expertos navales británicos, el velero de Edgar navega airoso por la bahía de Galveston y otros lugares de Houston, Texas. Es una belleza arquitectónica naval, jamás imaginada por sus antecesores marinos de la playa de Pedro González, considerados por siglos entre los mejores de Margarita.

Su cubierta y acabado interior en madera de teca incluye dos habitaciones, sala del capitán y huéspedes, cocina bar, sanitarios, motor auxiliar.

–¿Puedes navegar solo esta confortable embarcación?
–Todos los mandos, incluso los aparejos para subir y bajar las velas, lanzar y sacar el ancla, encender y apagar el motor, están automatizados desde el timón.

Residente en Houston desde hace más de una década y propietario de una empresa de inspección eléctrica, muy poco ha navegado su velero en solitario. “Estar solo en el mar es muy aburrido, demasiado arrecho”.