La agridulce tarea de ser reina
Ella quería criar caballos, cuidar de sus perros, vestir ropa cómoda, llevar una vida tranquila y anónima. Quería ser “normal”. Pero no pudo ser. Al igual que su padre, no tuvo oportunidad de elegir

MARIÁNGELA LANDO BIORD

08/12/2019 05:00 am



A Jorge VI y a Isabel II les tocó ser reyes de Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte y cabezas del Commonwealth. Les tocó llevar la Corona, aunque habrían preferido la sencillez a la que tenían derecho por nacimiento.


La serie The Crown (La Corona), de Netflix, se centra en la vida de la reina Isabel II de Inglaterra. Aunque no es una narración lineal, comienza en 1935 con la muerte de su abuelo Jorge V. El hecho que cambia el destino de toda la familia es la abdicación de su tío Eduardo VIII, en diciembre de 1936, lo que obliga a su padre Jorge VI a tomar las riendas del reino y la convierte a ella en la heredera al trono primero y en reina después. Y ya lleva casi 68 años en el cargo.

Las temporadas uno y dos cubren los primeros años del reinado de Isabel (1952 a 1963), mientras que la tercera nos lleva de 1964 a 1977, cuando celebra sus primeros 25 años en el trono.


Claire Foy encarna a Isabel II en sus primeros años de reinado

Claire Foy y la ganadora del Oscar Olivia Colman le han dado vida a Isabel II, mientras que Matt Smith y Tobias Menzies interpretan a su esposo Felipe, duque de Edimburgo. Vanessa Kirby y Helena Bonham-Carter hacen el papel de la princesa Margarita y Matthew Goode y Ben Daniels el de Tony Armstrong-Jones, mientras que John Lithgow hace de sir Winston Churchill.

Las actuaciones son impecables. La ambientación perfecta, los detalles bien cuidados, un casting impresionante y un presupuesto prácticamente ilimitado hacen de esta serie la más costosa de la televisión mundial.

Aunque la Familia Real británica ha dicho públicamente que no la ve, y aunque nadie ha confirmado la veracidad de algunos hechos que allí se presentan, pero que otros son del dominio público desde hace décadas, aquí les contamos algunos de los “chismes” que narra:

Eduardo VIII era “simpatizante” del nazismo y hasta se entrevistó con Adolf Hitler en Berlín, por lo que muchos aseguran que esa posición política fue la que presionó para su abdicación y no su amor por la divorciada Wallis Simpson. Presionó para que le subieran su mesada e intrigó para volver al poder.

Isabel Alexandra Mary Windsor se convirtió en reina durante un viaje a África y mientras dormía en una casa sobre un árbol. En su casa la llaman Lilibeth, y su esposo la llama cariñosamente “Repollito”.

A la Reina le cuesta mostrar sus sentimientos en público. Es una apasionada de los caballos (incluso cría varios purasangres) y de los perros. No es ávida lectora pero sí revisa a diario una caja de correspondencia. Tuvo tutores para cubrir los detalles descuidados de su formación.

La princesa Margarita, su hermana, quería casarse con un divorciado llamado Peter Townsend, pero terminó contrayendo matrimonio con Anthony Armstrong-Jones, de quien se divorció años después, tras escándalos de drogas, alcohol e infidelidades.

Alice de Battemberg, la madre de Felipe, tenía problemas mentales y jamás llevó una relación cercana con su hijo.

El premier favorito de Isabel fue Winston Churchill, el primero.

Lyndon B. Johnson es el único presidente de Estados Unidos con el que nunca se entrevistó. Con la visita de los Kennedy hasta cambió de vestuario porque Jackie era toda una fashionista.

La Casa Real maneja problemas de sus miembros con astucia y secretismo, aunque los involucrados no siempre estén de acuerdo. Lord Mountbatten e Isabel, la reina madre, aparecen como dos hábiles titiriteros tras bastidores. 

En esta tercera temporada aparecen el príncipe Carlos y Camilla, así como la princesa Ana, y los problemas familiares de la Reina crecen al mismo ritmo que crecen sus hijos.

La serie es un vicio y lamentablemente hay que esperar hasta finales de 2020 para ver la cuarta temporada.