Paola Aguilar: Un sueño llamado Galápagos

ERIKA PAZ

19/05/2019 12:00 am



Pocos comprenden la verdadera magia que envuelve al archipiélago de Los Roques hasta que pisan su arena blanca y comienzan a perderse con la vista entre sus azules. Eso fue lo que le ocurrió a Paola Aguilar, casi física que decidió a mitad de carrera desviar el camino y estacionarse en la administración porque consideraba que esta profesión sería más práctica para su vida. Y así lo fue, porque cuando llegó a este parque nacional en plan de trabajo de verano nunca se imaginó que se quedaría para siempre y gerenciando el plan de retiro de su esposo y lo que ahora conoce como su única forma de vida. 

Cada día su norte es demostrar a través Posada Galápagos que si se puede ofrecer buena atención en el país y que el viajero puede quedar con ganas de repetir la experiencia gracias a las comodidades, pero también al trato amable y cordial, a esa sonrisa que caracteriza a los venezolanos. 

Su casa se contabiliza entre las sesenta y una que operan como posadas en el Gran Roque, centro de operaciones de este pequeño paraíso, espacio donde se ubica la pista de aterrizaje, una escuela, un dispensario, una entidad bancaria y un número determinado de viviendas que pertenecen a los llamados roqueños, pescadores que hace muchos años vinieron de la Isla de Margarita buscando nuevos mares y aquí se quedaron. Entre ellos se pasean los italianos que por casualidad también fueron llegando, encantando y quedando y, los nacionales, entre ellos Paola. Estos ya tenían referencias de lo significaba pasar sus días por estos lados. 

Sin embargo, explica la empresaria, que jamás se imaginó lo fuerte que sería dirigir un negocio que se precia de ser cinco estrellas en un lugar donde la luz y el agua han sido casualidades y la única producción que se registra es la de la pesca, el resto debe venir por barco, desde un alfiler hasta un aire acondicionado. Pero de eso se tratan los retos, de sortearlos y salir airoso. 



En Los Roques es un logro que las frutas y verduras lleguen frescas, por ejemplo, pero Posada Galápagos ofrece más que eso. Paola entrena a su personal para no decir nunca no, porque todo debe estar al alcance del huésped. Y no se trata sólo de lo que a simple vista se ve en un primer recorrido por esta gran casa de diecisiete cuartos (la más grande del archipiélago), de la comodidad de las suites con almohadones, aire acondicionado, nevera ejecutiva y agua caliente. Sino de cada detalle que la anfitriona deja ver en sus atenciones, un papelón con limón de bienvenida, una sorpresa en la habitación que se decora con flores porque toma la previsión de preguntarle al pasajero cual es el motivo de su visita, un menú que presenta varias opciones para no aburrirse nunca de la comida y hasta el desenfado de lanzar una cana al aire y bailar porque su establecimiento alberga una de las pocas discotecas del pueblo. 

Y allí, en las noches, Paola encuentra su mayor distracción después de todo un día de trabajo, porque ella misma se encarga de animar el karaoke previo que se organiza, canta, entrega premios y ríe, feliz porque está segura que vive en el paraíso.