La gratitud es una de las muchas emociones positivas que se pueden sentir y no se circunscribe únicamente a detenerse en valorar las cosas que solemos dar por sentadas, como tener salud, un techo donde vivir, comida, amigos y familia, sino que tiene un efecto multiplicador en el concierto de emociones y de acciones en consecuencia.

Ser agradecido funciona como ingerir una cápsula de serotonina por su inminente poder de cambiar el estado de ánimo, pero, además, al generar sentimientos de agradecimiento activamos el sistema de recompensa del cerebro, localizada en un área llamada “Nucleo Accubens”, que funciona como agente estimulador del hipotálamo y promueve la producción de dopamina que produce la sensación de bienestar, felicidad, placer y vitalidad. Es decir, agradecer cambia al cerebro. 

De hecho, El Centro de Investigación para el Desarrollo del Mindfulness en la Universidad de California, ha demostrado que la gratitud cambia la estructura molecular del cerebro al punto de intervenir en el mejor funcionamiento de la materia gris, mejorando nuestra salud física y mental y nos convierte en personas más felices.

Cuando en ediciones anteriores hablábamos de la felicidad como fuerza impulsora de grandes cambios en nuestra vida, hacíamos referencia al agradecimiento como eje transversal, porque luego de revisar con detenimiento todo lo que la reingeniería humana trae consigo, comprobamos que el denominador común de todas las emociones y sentimientos de felicidad es siempre el mismo: la Gratitud.

 
En su libo “Cómo activar la fuerza más poderosa que tienes para ser feliz y tener éxito”, el escritor español Juanjo Fraile Calderón nos asegura que todos tenemos las herramientas e ingredientes más potentes del mundo para mejorar tu propia vida y lograr todo lo que realmente deseamos de ella, pero para eso debemos “conocer y aplicar los secretos y el funcionamiento del poder y de la Magia de la Gratitud para desarrollar todo el potencial”.

Cuanto más agradecidos somos y cuanto más crecen nuestras emociones positivas, más amor y alegría recibimos de vuelta. De paso, por si fuera poco, la gratitud también es ilimitada, es decir, podemos usarla libremente tantas veces como necesitemos.

Recientemente una gran amiga escritora me recomendaba “sabotear” mis pensamientos negativos repitiendo sin cesar “gracias, gracias, gracias”, hasta confundir al cerebro de tal forma que neutralice ese pensamiento hasta el punto de bloquearlo. El resultado es mágico, lo comprobé, esa acción hace que se deje de pensar automáticamente en lo negativo y se derrame en nosotros una sensación de bienestar inexplicable aun sin saber exactamente qué agradecemos, pero siempre existe razones para agradecer.

Beneficios neuronales de la gratitud
Desde el pensamiento propositivo enumeramos algunos beneficios que trascienden lo meramente sensorial:
1.-Reduce considerablemente la llamada hormona del estrés o cortisol.
2.-. Promueve la calidad del sueño.
3.- Fortalece nuestro sistema inmunológico y mejora la sanación o favorece el alivio por su efecto regenerador del cuerpo humano y afluencia de dopamina.
4. Mejora el apetito, el sueño, la temperatura, el metabolismo y el crecimiento porque el hipotálamo se activa cuando sentimos agradecimiento.
5. Nos hace más resistentes a los eventos traumáticos y estresantes.
6. Reduce las posibilidades de experimentar ansiedad y depresión, (como la culpa) e impulsa ser más útiles, empáticos y amables.

Nuestro cerebro no puede experimentar al mismo tiempo, gratitud y angustia. De nosotros depende elegir. No esperemos que cambien tus circunstancias o que cambie la gente que te rodea para entonces ser feliz. Activa tu poder de gratitud y disfruta de sus beneficios.