Solo un instante
Los buenos momentos pasan muy rápido. Las grandes ocasiones no se repiten. El gozo es pasajero y escurridizo. Nos cuesta muchas veces hacer memoria de los mejores momentos, porque siempre tenemos la sensación de que han sido pocos...

JOSÉ ANTONIO GÁMEZ E.

30/06/2021 05:01 am



“El amante goza del momento, pero no precisamente por el momento en sí. Goza de él por la mujer, o por él mismo. El guerrero disfruta del momento, pero no por el momento en sí; disfruta del momento por su bandera. La causa que esa bandera representa puede ser absurda, fugaz. El amor puede ser encaprichamiento y durar una semana. Pero el patriota cree que la bandera es eterna; el amante cree que su amor es algo que no terminará nunca. Esos momentos están llenos de eternidad, y son felices porque no parecen momentáneos. Una vez los vemos como momentos a la manera de Pater (teista), se vuelven tan fríos como Pater y su estilo. El hombre no puede amar cosas mortales. Sólo puede amar cosas que son inmortales un instante. (G.K. Chesterton, Herejes)

La experiencia de la fugacidad del tiempo, atenta contra nuestros deseos y esperanza. Es de esas cosas que hacen por momentos, que nos perdamos en pensamientos y sueños vacíos. Y a continuación quedamos con el regusto, de un tiempo efímero y muchas veces sin sentido. Hay algo en nosotros que se resiste, a la continuidad del tiempo sin un sentido definido. De alguna forma, estamos transitando un devenir que nos supera y muchas veces nos trastorna. Percibimos que el paso del tiempo, no favorece nuestra expectativa de ser feliz

Los buenos momentos pasan muy rápido. Las grandes ocasiones no se repiten. El gozo es pasajero y escurridizo. Nos cuesta muchas veces hacer memoria de los mejores momentos, porque siempre tenemos la sensación de que han sido pocos. Hay como una inconformidad innata que hace que nada de lo valioso, dure suficiente. Hasta somos renuentes al compromiso, porque no asegura la dicha permanente. Solo asegura el esfuerzo y el sacrificio. Nada parece valer el esfuerzo que supone, un compromiso permanente.

Son todas experiencias de nuestra limitación. Vivencias que nos muestran la incapacidad de ser inamovibles. Cambiamos, variamos, desistimos, abandonamos, con demasiada facilidad. Nuestra dificultad para comprometernos tiene raíces ciertas. Sin embargo, sentimos de manera permanente la necesidad de ser felices. De que lo que deseamos y disfrutamos dure. Por lo menos el mayor tiempo posible. Todo éxito es prematuro.

Cómo superar el desagrado que trae consigo la inconsistencia del buen momento vivido. Parece que lo bueno, lo agradable y lo hermoso, dura solo un instante. Y posiblemente un instante sea la única experiencia, que se nos ofrece de lo permanente. Con frecuencia pensamos en lo eterno, como un tiempo sin fin. Pocas veces lo identificamos con la ausencia de tiempo. Como algo que no dura, porque no cambia. Un cambio permanente, es lo más alejado de la eternidad que podemos enfrentar. Sacar contenido de cada instante como lo único que se nos otorga como experiencia de lo eterno, es algo que se debe recibir como un don. La única oportunidad de descubrirlo, es asumir la expectativa de la trascendencia. Hacia arriba y hacia adentro

“El reto no es la frustración sino conseguir lo que quieres; el problema es que el éxito puede parecer un fracaso. E independientemente de su relación con la muerte —en mi caso, hay una profunda asociación—, la sospecha de que existe algo vacío en la secuencia de logros, en la sucesión de los capítulos en el libro de la vida, que no se silencia con la perspectiva de la eternidad. Lo que sea que no funciona en la búsqueda de un objetivo valioso tras otro, no se curará prolongando esa búsqueda para siempre” (Kieran Setiya, En la mitad de la vida)


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