Sopas y caldos ancestrales son la prolongación de los abrazos
Nací y me crié en una familia de mujeres poderosas: de temple, generosas, apasionadas por el verbo y entregadas a la afectividad

ESTAMPAS

21/05/2021 06:00 pm



Ocarina Castillo D´Imperio

De las manos de Aracelis, Lulú y Elvira, que además eran buen diente y buenas cocineras, recibimos los primeros alimentos, platos heredados de las viejas tradiciones familiares, probamos las innovaciones que hacia los 50-60 trajo la modernidad y aprendimos algunos conocimientos básicos para defendernos en la cocina, al emprender la independencia de la adultez.

 
Mi abuela, mi mamá y mi nana hicieron que las mesas de mi infancia y juventud fueran una fiesta de sabores, colores, ingredientes, contrastes, combinaciones…platos que hoy constituyen mi memoria gustativa, que atesoro, alimento, extraño y evoco constantemente, invitando a mi mamá, cada vez que es posible, a reproducirlos una vez más. A diferencia de la amiga Mafalda, tengo predilección por las sopas, que cuando vienen de manos maternas, son una prolongación de su abrazo, siempre incomparable.

Las sopas, esos caldos ancestrales, mágicos y sustanciosos, que desde la antigüedad alimentan la prole y reconfortan el espíritu, incluyendo siempre el misterio de las hierbas que despliegan su fragante aroma. Con el tiempo y las nuevas experiencias, esos caldos antiguos se diversificaron, enriqueciéndose con diferentes sabores e ingredientes. Se añadieron hortalizas, habas, garbanzos, cebollas y cereales, sobre todo cebada, constituyendo como dice el maestro Levi-Strauss, un plato estratégico en tiempos de escasez y dificultades.
 

Platos estratégicos en tiempos de escasez. fotografía/ Killimón

La sopa también formó parte de famosos banquetes, en los que un río de sopa acarreaba trozos de carne caliente y durante la Edad Media, se hicieron famosas tras los muros de los monasterios expresando la frugalidad y la expiación, así como una recomendación del “comer bueno y sano”. Las sopas y el pan han constituido una combinación de sabor campesino y popular, pero también han generado sus variantes específicas propias de los sectores urbanos y acaudalados, como bien lo recogen los recetarios de las cocinas de palacio, aristocráticas, burguesas o más modernamente gourmet.
 
Así pues, en sus muchas denominaciones sopas, potajes, ollas, pucheros, cocidos, son caldos rendidores, espesos o ligeros, que manos principalmente femeninas y maternales han entregado gozosamente a niños, ancianos, parturientas, enfermos y sabios de la comunidad, para alimentar y calentarlos. Sopas para celebrar y consolar, recibir y despedir; para calmar el agotamiento por el esfuerzo físico y para acompañar, en la proximidad de una estufa encendida, las íntimas cuitas e historias femeninas de amor o desamparo, o las situaciones dilemáticas en las que, entre sorbo y sorbo, se arma y desarma la vida.
 
Que cada sorbo de una sopa llena de recuerdos sea un homenaje a las abuelas, madres y nanas que han sido imprescindibles en nuestras vidas.

Ocarina Castillo D’Imperio
Antropóloga, investigadora de la cultura y los sabores y miembro de la Academia Nacional de la Historia