Permiso para comer
Si en estos días de fiesta te sientes en una encrucijada, prueba compartir la comida con alguien más pues con la compañía y una buena conversación disminuye el impulso de comer sin parar

MARIÁNGEL PAOLINI

15/12/2019 05:00 am



Estamos a un paso de las fiestas. Yo lo llamo “tiempo de hallaca y pan de jamón” y no es extraño leer artículos relacionados con el cuidado que debemos tener a la hora de comer durante estos días, especialmente porque la mayoría de los platillos están muy cargados en calorías que luego no podrás gastar y se acumularán en tu zona abdominal para hacerte con unos kilos más al final del año.

Hice una revisión de mis textos de los últimos 8 años y buena parte de ellos invitan a moderar el consumo y sugerir alternativas “ligeras” al plato tradicional, entre otras recomendaciones que entonces me parecían adecuadas para las fechas.

Sin embargo, este año he decidido dejar atrás este tipo de recomendaciones porque si algo he aprendido durante esta experiencia de acompañar a otros, es que no hay nada más complejo que la mente de una persona cuando se le prohíbe algo. Es inherente a nuestra especie: basta que se nos impida hacer, decir o comer algo para que nuestro impulso por querer hacerlo, decirlo o comerlo se dispare de forma casi incontrolable, generando una cascada de emociones que en buena parte de los casos nos hace sucumbir a la tentación.

Explicar por qué nos atrae lo prohibido nos desviaría de la intención de este post, pero si quieres conversarlo, con todo gusto podemos abrir ese espacio de conversación.

Con la comida y salvo en situaciones donde se presenta una patología física o mental, pasa algo particular: al principio nuestro deseo por comer lo prohibido acecha constantemente y mantenemos una lucha interna que nos desgasta de manera casi innecesaria; pero luego de comerlo sobreviene un estado emocional (y en otros casos físico) que puede ser incluso peor que el inicial.

Por otra parte, hemos normalizado la cultura de la restricción, en honor al culto al cuerpo y los estándares de belleza, así que es “normal” y aceptado invitar a reducir calorías, a comer menos de esto o de aquello e incluso a someter al cuerpo a interminables dietas y ayunos prolongados como requisito para “encajar” en nuestros grupos sociales. Pero, irónicamente, las personas que restringen su alimentación tienen más probabilidades de comer por estrés, comportamiento que tiende a desaparecer cuando se detiene la privación.

Investigaciones más recientes han indicado que las personas que hacen dieta –e incluso aquellas que no necesariamente se identificarían como tales, sino que cuidan lo que comen– tienen más probabilidades de sufrir depresión, baja autoestima, desorden alimenticio y angustia psicológica general que los comedores intuitivos, los que no intentan intencionalmente controlar su alimentación o su peso.

Hablamos (y escribimos) sobre alimentación emocional, pero siempre desde aquel lado en el que las emociones nos invitan a comer más productos de los que tendemos a privarnos por no ser los adecuados. Sin embargo no hay nada malo en comer por placer. De hecho existe evidencia de que las personas que se permiten comer lo que quieran disfrutan de la comida, están menos preocupadas por la nutrición y tienen una mejor ingesta de nutrientes que aquellas que hacen dieta.

Si estos días de fiesta te hacen querer comer más de lo que te gustaría y te sientes en una encrucijada frente al plato, te invito a hacer el ejercicio que sugiero en mis consultas: Comparte con alguien más eso que vas a comer que con una buena conversación y compañía seguro te sentirás mejor y tu impulso de comer sin parar se disipará (o al menos se dividirá con la compañía).

En esta época del año es frecuente leer y escuchar frases como “debemos centrarnos en las personas, no en la comida”. Pero eso nos roba el placer inherente que pueden aportar los alimentos especiales en compañía de familiares y amigos. Así que esta Navidad come lo que quieras y disfruta todo lo que puedas que la vida es un ratico: hoy estamos pero mañana no sabemos.