Juicios: verdades descartables
¿Cómo podría ser yo un gran hombre...como tú? ¿Y por qué ser un gran hombre? dijo el maestro. Ser simplemente un hombre ya es un logro bastante grande

ESTAMPAS

15/10/2021 06:00 pm



Oscar Gimenez

Nuestra habilidad para compararnos y juzgarnos usualmente nos invita a recorrer un camino de desconexión y tal vez sufrimiento. Tal como el discípulo; quedamos hipnotizados por algo que nos aleja de lo importante.

 
La actividad mental de producir pensamientos, evaluaciones y escenarios pertenece a nuestra esencia humana. Las ciencias progresan a partir de la formulación de conclusiones y la refutación, con el objetivo de obtener una conclusión que descubra la naturaleza de algo. En este ámbito, los juicios tienen la habilidad de clasificar, distinguir y aportar claridad, son información. Los buenos científicos saben que la llamada “verdad” es provisional, es decir un paso pequeño en la conquista del conocimiento. Recuerdo el primer congreso de filosofía del que participé. Fue una experiencia increíble: un filósofo tras otro alababa al conferencista anterior y, al mismo tiempo, lo refutaba con argumentos que buscaban demoler lo que se había dicho. Luego se sentaban a conversar, sin verse en la necesidad de levantar un muro infranqueable. En este sentido el acto de juzgar es una operación racional humana y deseable: el pensamiento se desdobla en juicios y abren la puerta al progreso.

Pero también los juicios pertenecen a nuestra vida cotidiana, aunque con un pequeño detalle: ellos suelen ser nuestra verdad y ¡cuidado con quien se atreva a desafiarlos! Estos juicios suelen ser sobre los otros, pero también sobre nosotros mismos. Y como nuestro juicio siempre es la verdad, las etiquetas y clasificaciones que hacemos sobre los demás o lo que me rodea solo generan separación. Cuando decimos que “mi vecino es inaguantable”, o “la Junta de Condominio es inservible”, o “mi hijo es inútil en el deporte” levanto una pared y quienes se sienten juzgados activan su sistema de defensa. Los inaguantables, inservibles e inútiles son etiquetados y ¡deberán hacer heroico mérito para cambiar esa clasificación! Por lo pronto, sería inútil confiar en ellos.

Algo similar pasa con los juicios que hacemos sobre nosotros mismos: “soy malo en matemáticas”, “soy un fracaso en mis relaciones amorosas”, “siempre me equivoco”. Otras etiquetas inamovibles que sesgan el mundo de posibilidades que tenemos por delante.
 
El hecho es que los juicios nos desconectan de los demás y cargan sobre ellos algo que estamos experimentando y proyectamos. Los juicios quitan la responsabilidad de la propia vida: son pura reactividad. Veamos, cuando hablo de mi vecino y digo que es inaguantable, en realidad estoy hablando de mi propia experiencia emocional, es decir de lo que estoy creando emocionalmente en mí. Algo del vecino disparó en mi esa clasificación. A veces con los hijos el juicio “profético” de los padres puede ser devastador: “no sirves para nada” “eres un flojo” … ellos suelen comparar esas verdades e instalarlas en su alma. Estos juicios son la base de la violencia y de los conflictos: peleamos por verdades descartables que pusimos en el trono de lo absoluto.

Los pensamientos suelen venir en forma de juicios (por ejemplo, cuando nos miramos en el espejo al lavarnos los dientes) y esos pensamientos generan emociones. O a veces podemos experimentar sentimientos que inducen algunos pensamientos. Sea como sea, los juicios son información disponible que pueden ayudarnos a relacionarnos mejor con nuestro entorno y con nosotros mismos. Solo necesitamos educarnos en verlos como destellos reflejados por otros, entendiendo que ellos “no me pertenecen”. Sus dueños son quienes los emiten.

Todo esto también vale para los juicios positivos. Ellos también desconectan, simplifican y congelan aquello que nos rodea y a nosotros mismos. En este caso, reducen la experiencia rica, fluida e impermanente de la vida.
 
En una cultura construida sobre verdades descartables la oportunidad de educar la mente y el espíritu en este campo puede convertirse en un portal para una vida más plena. La tarea es revalorizar los juicios como información parcial y descubrir qué es lo que mueven en mí cuando me amarro a alguno de ellos.

Te propongo este ejercicio para descongelar los juicios:

1. Invita a tu mente una persona que sueles juzgar (ej. La junta de condominio o tu hij@)

2. Amplía la mirada sobre ella prestando atención a estas frases
a. Esta persona tiene sentimientos, pensamientos y emociones, como yo.
b. Esta persona ha experimentado durante su vida dolor y sufrimiento físico y emocional, al igual que yo.
c. Esta persona ha estado triste en algún momento, como yo.
d. Esta persona se ha sentido decepcionada de la vida, al igual que yo.
e. Esta persona ha sido lastimada por otros, al igual que yo.
3. Revisa si al mirar otras dimensiones tu juicio tiene algún cambio.


Oscar Giménez
Prof. de Mindfulness, master coach,
experto en Desarrollo Organizacional
Director en H-Connection
Instagram @oskar_coach
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